Cabe preguntarse si el pensamiento único ha errado cinematográficamente el tiro. La izquierda se ha entusiasmado ideológicamente con Joker, sin mucha razón, y podrá entusiasmarse con Parásitos, también sin ella.
Dirigida por Bong Joon-ho, obtuvo por unanimidad la Palma de oro en Cannes, siendo el primer filme coreano en conseguir el galardón. Ha sido saludada por la crítica en todo el mundo, y su recepción por parte del público también está siendo favorable.
Es el llamado “cine social”, lo que habitualmente quiere decir anti-social y pro-político. Según resumió Jen Yamato en Los Angeles Times, se trata de “un thriller basado en el conflicto de clases”. Y añadió que el cine de Bong “a menudo muestra a trabajadores que luchan contra el sistema que los atrapa”. Por su parte E. Alex Jung subrayó en Vulture que la película habla de las aspiraciones de las clases sociales y que la familia trabajadora protagonista, los Kim, son una familia que “se esfuerza por sobrevivir”.
En realidad, la familia Kim es una pandilla de sinvergüenzas. Apenas capaces de montar cajas de pizza para un restaurante, son muy capaces a la hora de usar wi-fi sin pagar, y de engañar sin pudor a la familia rica, los Park, en cuyo domicilio se infiltran mediante mentiras, causando un daño considerable a los trabajadores de la casa. Los Kim no son ejemplo más que del título de la película, son verdaderos parásitos que quieren vivir a costa de los demás. Su morada es una suerte de cueva, y en un momento del filme literalmente se arrastran como bichos.
Si algunos han querido ver en Parásitos un ejemplo de la lucha de clases progresista y anticapitalista, podrían pensárselo mejor. La familia Park es pintada sin duda como snob, incluso insultante, pero no hay nada que indique que se dedica a la trampa o la estafa, como los Kim. El padre dirige una empresa, y no aparece ninguna señal de que se trate de un negocio perjudicial para la comunidad.
Los que buscan símbolos progres, por tanto, no tienen aquí más que un asidero endeble. De hecho, el propio Bong Joon-ho declaró: “No hago un documental, ni tampoco propaganda. No aconsejo cómo cambiar el mundo o cómo actuar si las cosas están mal: solo muestro el peso terrible y explosivo de la realidad”.
Y efectivamente, todo termina en una explosión de violencia que sugiere la imposibilidad de la convivencia social. Pero si usted presta atención a quién ejerce la violencia, no concluirá nada preciso sobre la supuesta moraleja social de Parásitos. Y el hijo del señor Kim, el joven Ki-woo, hará una carrera profesional exitosa, como el propietario de la fea y cara mansión donde tiene lugar la tragedia.