El clásico “California Dreamin’”, que grabaron The Mamas and the Papas en 1965, es un canto nostálgico, inspirado por el frío que pasó en Nueva York una pareja de recién casados: John y Michelle Phillips, que integrarían el famoso cuarteto con Denny Doherty y Cass Elliot. Se comprende muy bien que cualquiera tenga nostalgia de California si se está helando en Manhattan, como le sucedió a Michelle, que había nacido nada menos que en Long Beach. Pero en años recientes, el intervencionismo está haciendo estragos en el llamado Golden State.
Los impuestos, en primer lugar, porque, siempre con los mejores motivos, como el medio ambiente, las autoridades sablean a los californianos cada vez más. El resultado es que ha aumentado la emigración hacia lugares con peor clima, pero más amigables con el contribuyente.
Además, el intervencionismo tiene otros aspectos negativos. Hace poco, Donald Trump criticó a las autoridades del estado, en manos del Partido Demócrata, subrayando la cantidad de personas sin techo que malviven allí. Las cifras son notables. Informó el Wall Street Journal: “La tasa de pobreza en California está cerca de sus mínimos históricos, y a pesar de ello el número de personas sin hogar ha aumentado en más de un 20 % en tres años, mientras que en los otros 49 estados lo ha hecho solo en un 5 %. Con apenas el 12 % de la población del país, California tiene la mitad de los norteamericanos que viven en la calle”. El fenómeno ya no queda circunscrito a los centros de las grandes ciudades, como San Francisco o Los Ángeles, sino que se extiende ahora a los suburbios, y ha venido asociado a problemas de salud y seguridad.
Igual que en España, el pensamiento único allí achaca los “homeless” al malvado mercado, que ha encarecido los precios de los alquileres. Naturalmente, allí también es falso, y la subida de la vivienda tiene causas fundamentalmente políticas, igual que aquí. Concretamente, los costes de la construcción se han disparado por la regulación, tanto de la fabricación de materiales, por normas ecológicas, como del mercado de trabajo.
Sobre ello se monta otra regulación bienintencionada, erróneamente considerada progresista, que es el control legal del alquiler. En Podemos están encantados con lo que han hecho los que mandan en California, y defienden aplicar en España la misma política, a saber, limitar la subida de los alquileres. Esta medida, por cierto, típicamente fascista, nunca funciona. No funcionó en España con las llamadas rentas antiguas del franquismo, y tampoco ahora en California, donde los progresistas conseguirán, como suelen, lo contrario de lo que pretenden: menos oferta de alquileres, y más caros. Y más gente en la calle, claro. Igual la solución es, como en la famosa canción, entrar en una Iglesia y rezar.