En 1862, Dostoievski publicó Memorias de la casa muerta, en la que el protagonista cuenta su vida en una cárcel de trabajos forzados en Siberia. Sabía de lo que escribía, porque pasó la primera mitad de la década de 1850 en una prisión siberiana de esas características, condenado por sus ideas liberales y socialistas. La obra ha sido siempre celebrada por su descripción del drama del ambiente y sus personajes. Leoš Janáček basó en este texto la que iba a ser su última ópera, De la casa de los muertos, estrenada en 1930, dos años después de la muerte del compositor checo.