Me dijo una seguidora en twitter (@rodriguezbraun) que no quería ni leer a Hayek porque había respaldado a Pinochet. Es reiterada la asociación que la corrección política establece entre liberalismo y despotismo. ¿Quién no sabe que Friedman se entrevistó con Pinochet? Se sabe menos que también lo hizo con los jefes del régimen comunista chino, y que les recomendó la misma política económica que había aconsejado al dictador chileno (http://goo.gl/oL8Pg; véase también http://goo.gl/XVki6). Y se sabe mucho menos que asesoró y apoyó especialmente a políticos democráticos. Esto no importa: lo que importa es su “complicidad” con el odiado general.
Hace años, cuando afirmé que Hayek no había dejado escrita ni una línea en apoyo a Pinochet (http://goo.gl/6gW3m), intentaron refutarme con esta entrevista con R. Sallas que publicó El Mercurio de Santiago de Chile el 12 de abril de 1981 (en inglés: http://goo.gl/qn4Y0; véase también http://goo.gl/loZ3o; se publicó otra con L. Santa Cruz el 19 de abril). Hasta hoy sigue presentándose como la smoking gun, la prueba irrefutable de que, si bien es cierto que Hayek no escribió nada en apoyo del dictador, sí dijo unas palabras en su defensa. Conviene, por tanto, prestarles atención.
El economista austriaco niega que puedan separarse “la libertad económica de otras libertades”, y se declara “totalmente en contra” de las dictaduras: sólo las admite de modo temporal, como en Chile, y sólo como transición a la libertad. Reconoce que esta posición es contradictoria con el liberalismo, y por eso insiste en su carácter excepcional ante situaciones también excepcionales, y siempre limitada en el tiempo. Subraya que sólo si hay exclusivamente dos opciones, solamente estas dos: un dictador que respete alguna libertad y una democracia que no respete ninguna, prefiere al primero. Y pronosticó para Chile y América Latina: “asistiremos a una transición de gobiernos dictatoriales a liberales”. Y esto fue lo que sucedió, salvo en un país que sigue siendo una dictadura: Cuba.
Esto es interesante, porque así como los liberales son cuidadosamente escudriñados, no vaya a ser que tengan alguna mancha en su curriculum que los acerque a alguna tiranía ya extinguida, ¿qué pasa con los que se acercaron, y mucho, a las satrapías socialistas que aún están en pie y oprimiendo al pueblo? No pasa nada, claro. Lo malo es apoyar a Pinochet, no a Fidel Castro. Y, por hablar sólo de economistas destacados, nadie reprochó a Galbraith el haber elogiado las dictaduras comunistas de Rusia y China (bueno, casi nadie: http://goo.gl/ixB3K). La lista de intelectuales y artistas que aplaudieron el comunismo sin recibir condena alguna es copiosísima (véase Paul Hollander: Los peregrinos políticos).
Sin embargo, los que tienen que justificarse son los liberales. A ellos hay que impartirles sin cesar lecciones de coherencia y de respeto a la democracia. En cambio, la izquierda jamás tiene que disculparse ni dar explicación alguna, como si no tuviese ni hubiese tenido nunca vinculación con ninguna dictadura.
(Artículo publicado en Expansión.)