El autor de Moby Dick reconoce que los seres humanos tenemos “esperanzas de dinero” (cap. 46). Con ecos smithianos, aclara: “aunque el hombre ame a su semejante, el hombre, sin embargo, es un animal que gana dinero, propensión que a menudo interfiere con su benevolencia” (cap. 93). Ironiza el narrador en el capítulo 1: “El acto de pagar es quizá la aflicción más incómoda que nos legaron aquellos dos ladrones del frutal. Pero que le paguen a uno, ¿qué se puede comparar con esto? Es realmente maravillosa la cortés premura con que un hombre recibe dinero, si se considera que creemos en serio que el dinero es la raíz de todos los males terrenales, y que de ningún modo puede entrar en el Cielo un hombre adinerado. ¡Ah, qué alegremente nos entregamos a la perdición!”.
El capítulo 89, “Pez sujeto y pez libre”, a propósito de la propiedad de las ballenas, ha sido comparado con un texto legal. Se trata de derecho consuetudinario: “los pescadores han sido sus propios legisladores y abogados en este asunto”, estableciendo que un “pez sujeto” pertenece a la persona que lo sujeta y un “pez libre” es buena presa para quienquiera que lo atrape antes: “esas dos leyes son los fundamentos de toda la jurisprudencia humana”. Y así termina el capítulo: “¿Qué son los derechos del hombre y las libertades del mundo sino peces libres? … ¿Y qué eres tú, lector, sino un pez libre y también un pez sujeto?”.
Algunos especialistas han planteado que la ética de Melville no es benthamiana porque es personal: no legisla para el Estado sino para el espíritu, una ética de la interdependencia, que es liberal, y de ahí la tensión entre los peces libres y sujetos. El capitán Ahab rompe esa interdependencia: no le afecta ninguna relación social.
En el capítulo 109, cuando discute con Starbuck sobre un problema en el barco que obligará a detenerlo, o se perdería el aceite, con perjuicio para los propietarios, Ahab le dice que el propietario en realidad es él mismo: “¿Qué le importa a Ahab? ¿Propietarios, propietarios? Siempre me estás fastidiando, Starbuck, con esos tacaños de propietarios, como si los propietarios fueran mi conciencia. Pero mira, el único propietario verdadero de algo es su jefe; y escucha, mi conciencia está en la quilla de este barco. ¡A cubierta!”. Eso, desde luego, no es un emprendedor.
El premio Nobel de Economía Edmund Phelps habla de Moby Dick como retrato del nuevo tiempo, que combina confianza e incertidumbre, una metáfora de la economía moderna, donde prosperamos sobre la base de lazos que sólo son fatales si, como puede suceder con los aparejos balleneros, nos atrapan mortalmente. El nombre que emplea repetidamente Melville para hablar de las ballenas, nombre que designa a fantásticas criaturas marinas, es el del monstruo de Hobbes: “leviatán”.