La futura crisis

En la última recesión, los chamanes diagnosticaron: todo es culpa de la libertad, y lo resolveremos con más intervención. Repetirán el bulo en la siguiente crisis, que nada de lo sucedido desde 2008 invita a descartar.

En julio pasado subrayó The Economist que el riesgo de recesión se mantenía. Es verdad que se esperaba en Estados Unidos, y no llegó. Sí se frenó la actividad, en cambio, en Europa, siendo el caso de Alemania el más notorio, pero sin olvidar la precaria situación de Francia, Reino Unido y Países Bajos. Charles Gave destacó la contradicción del BCE ante las dos potencias continentales: “Alemania necesita tipos de interés reales y nominales elevados para pagar a sus pensionistas, mientras que Francia necesita tipos reales negativos y tipos nominales bajos para financiar su Estado”.

Tim Congdon, del Institute for International Monetary Research, recuerda que el optimismo de los empresarios cae desde finales de 2021. Aprovecha para meterles el dedo en el ojo a los banqueros centrales y a los politicos y analistas consabidos que aseguraron que la subida de la inflación se debía a la Guerra de Ucrania y las disrupciones en las cadenas de suministros; y se burla de los Krugman de turno recordando que fue entonces cuando reconocieron que la inflación no era un fenómeno transitorio, “y que no iba a descender sin una política monetaria restrictiva”. Que fue lo que vino a continuación. Sin embargo, la actividad no se detuvo, y los mercados de trabajo y bursátiles resistieron, animados por el auge de las tecnológicas y la inteligencia artificial. El analista británico estima que pese a todo una recesión más generalizada es probable, y que será agravada por la mayor disciplina en la capitalización de la banca tras las regulaciones de Basilea III.

Mientras los banqueros centrales insisten, como siempre, en que tienen todo controlado para el famoso “aterrizaje suave” (pésima metáfora económica, como todas), Nick Timiraos recordó en el Wall Street Journal que las recesiones dan sus primeras señales en la industria, la construcción y demás sectores “especialmente sensibles al ciclo y los tipos de interés”.

El Gobierno español, entre tanto, machaca con que todo va estupendamente en nuestro país, y que los socialistas son mano de santo para crecer y redistribuir. Pienso, al contrario, que son bastante deficientes, que nuestra economía está dopada con gasto público, y su crecimiento amenazado con más impuestos y menos seguridad jurídica.

Sospecho también que un indicador relativamente fiable de la recesión es cuando la izquierda gobernante jura que no la padeceremos. En ese sentido, el optimismo de Warren Sánchez me hace recordar al de Smiley Rodríguez Zapatero, que en el verano de 2007 proclamó enfáticamente: “la crisis no afectará a España”.