Entonces ¿a qué viene tanto entusiasmo? No es por la crisis en sí, que sólo se diferenció en magnitud de las de otros países y obedeció a un intervencionismo parecido. La diferencia esencial de Islandia es que allí la izquierda no perdió sino que ganó el poder. Lógicamente, es el país donde más subieron los impuestos el último año. El progreso es lo que tiene. ¿Algo más? Sí: allí la izquierda socializó las pérdidas, exactamente lo que según El País no ha sucedido. La banca sigue funcionando bajo el mismo sistema intervenido, y ahora nacionalizado y quebrado.
Ah, pero el banquero Einarsson ha sido acusado de fraude. Pues muy bien, si ha robado o lo acusan sus accionistas de haber tomado riesgos excesivos. Ah, pero el ex primer ministro Haarde fue procesado. Dirá usted: es conservador. Sí, puede haber ahí vendettas y rencores. Pero hay otra cosa, que no gustará a los políticamente correctos. Si Haarde merece ir a la cárcel fue porque arrebató dinero a sus súbditos mediante impuestos y regulaciones. La deuda pública islandesa era del 27, 6 % del PIB en 2008 y después de los rescates bancarios subió al año siguiente al 80,9 %. Ese aumento de la deuda pública sí debería estar penado. Pero en tal caso ¿por qué acusar sólo a las autoridades islandesas? Se imputa negligencia a Haarde. En España, Smiley también fue negligente, y nadie pide su procesamiento, a pesar de que también subió notablemente la deuda pública. Hablando de Smiley, en una entrevista en El Mundo alegó Haarde: “Nadie, ni los principales especialistas, advirtieron de lo que venía”. ¿No le suena a usted esto?