Desde hace tiempo defiendo que El señor de los anillos es también un gran libro liberal, y lo simboliza el nombre del protagonista: Frodo, es decir, freedom (véase “Cultura y Economía” aquí: https://bit.ly/3c1Pa7J). Sin embargo, dado el nítido mensaje de recelo ante el poder que desprende la obra de Tolkien, prefiero rebautizarlo como Liberto.
En su ensayo contra la profesora Mazzucato, McCloskey y Mingardi recuerdan que en inglés liberty es una “palabra explícitamente política, que indica la ausencia de tiranía humana”. En cambio, freedom puede querer decir libertad política o económica, y esta última puede interpretarse en el sentido de Isaiah Berlin y su libertad “positiva”, o capacidad de hacer cosas.
Mientras que la libertad negativa es precisa, al consistir en la no interferencia en nuestros planes de vida, la libertad positiva es imprecisa y puede convertirse en su opuesto, si es una “libertad” que exige el quebrantamiento de los derechos de los demás. Un ejemplo son las cuatro libertades de Roosevelt: de expresión, de religión, frente a la necesidad y frente al miedo. Mientras que las dos primeras requieren una relativa abstención del poder político, las dos segundas pueden avalar un intervencionismo sin límite. Reveladoramente, el propio Roosevelt no las llamó liberties sino freedoms.
Esta confusión, que se remonta a John Stuart Mill (“On Liberty’s Liberty”, aquí: https://bit.ly/3gUrZjc), entronca con otra, que es la padecida por la noción de derecho. Los derechos clásicos, no por casualidad denominados a menudo libertades, demandan Estados contenidos, como hemos señalado: no se necesita un Estado grande para defender la libertad religiosa o la propiedad privada. En cambio, los derechos modernos, significativamente llamados sociales, operan en la dirección opuesta. Así, el derecho a la vivienda social exige una gran burocracia que extraiga a la fuerza los bienes de los ciudadanos y administre y asigne los derechos sociales.
La tradición antiliberal tiene raíces en la Ilustración, el utilitarismo y el positivismo jurídico, como en la frase del general Santander: “Colombianos, las armas os dieron la independencia, las leyes os darán la libertad”. Esta noción de libertad es peligrosa, porque ya no corresponde a algo que es de las personas, o que ellas reciben de Dios, como en la Declaración de Independencia de Estados Unidos, sino que es algo que da la ley. Lógicamente, si la da, también la puede quitar. No extraña, así, que los grandes enemigos de la libertad, los socialistas de todos los partidos estén todo el rato proclamando orgullosos que ellos extienden o incluso crean derechos. Todos esos derechos apuntan al “Anillo para gobernarlos a todos” que tan justificado temor suscitaba en el joven Frodo. O Liberto.