En este mismo rincón de Expansión, hace casi veinte años, en junio de 2004, advertimos a quienes creían que la Unión Europea jamás se convertiría en nada parecido a un Estado que actuaban como quien mira un renacuajo sin reconocer que su evolución natural es convertirse en un sapo.
Durante un tiempo los ingenuos parecían tener razón. Las autoridades europeas fastidiaban con sus regulaciones, pero no adquirían la característica definitoria de los Estados: no cobraban o apenas cobraban impuestos propios. Pues bien, esto se acabó, y se acabó en el mismo momento más celebrado por los intervencionistas de todos los partidos: cuando se aprobaron los fondos llamados Next Generation. Sí, los mismos fondos que provocaron ese momento bochornoso en el que Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, fue recibido en Moncloa con todos sus ministros puestos en pie y aplaudiendo con entusiasmo.
Lo que habían aprobado los políticos europeos era una subida de impuestos. Sólo quedaba determinar quién los recaudaría. Con toda inteligencia, y dado el creciente riesgo de deslegitimación de los Estados nacionales por el incremento de la presión fiscal, la solución fue el viejo truco del trilero que distrae la atención del contribuyente multiplicando los flancos desde los cuales es hostigado, y engañándolo en todo lo posible sobre las formas del castigo.
De ahí la reveladora Resolución del Parlamento Europeo, de 10 de mayo de 2023 sobre “recursos propios” de la UE, de la que informó nuestro periódico y que comentaron analistas como Diego Barceló y otros. La plomiza y solemne retórica burocrática no ocultaba el objetivo: “la Unión está obligada a reembolsar el principal y los intereses de los fondos recibidos en forma de préstamo a cargo del Plan de Recuperación de la UE”. Ni Warren, ni nadie del Gobierno lo dijo entonces, cuando actuaron como Reyes Magos.
Todo lo que propone el Parlamento Europeo equivale a sancionar a los ciudadanos. La retórica es la habitual en los socialistas de todos los partidos –“justicia social, fiscal y medioambiental”–, y nunca se habla de que la gente será obligada a pagar más. Al contrario, se habla de impuestos sobre las grandes empresas, “mecanismo en frontera justo” para elevar los costes de las empresas importadoras, impuesto sobre las transacciones financieras, la recompra de acciones, las criptomonedas, los biorresiduos, los residuos alimentarios, etc., aclarando que quieren cobrar a todos los residuos y no solo los plásticos; y hasta sobre la “brecha salarial entre hombres y mujeres”.
Y, hablando de mujeres, todos estos políticos de Europa que viven de sus impuestos de usted, no dedican ni una línea a explicar que lo que están exigiendo es que aumenten aún más los impuestos que paga usted, señora.