El peor escenario que podía producirse en las elecciones de ayer habría reunido los siguientes elementos: ERC o JunsxCat gana las elecciones como fuerza más votada, los tres partidos independentistas cosechan mucho más votos y escaños que en 2015, y suman en conjunto una ventaja con respecto a los constitucionalistas superior a la que obtuvieron hace dos años. Como esto no se ha producido, hay que partir de la base de que estamos ante escenarios regulares, no pésimos.
Los resultados de Ciudadanos fueron notables y meritorios, y abren una vía de agua en su principal víctima, que ha sido el Partido Popular en Cataluña, pero que cabe trasladar a nivel nacional. Mariano Rajoy ha perdido ayer, y no sólo Xavier García Albiol. Y es más que probable que Albert Rivera emplee las elecciones catalanas para proyectar una imagen positiva en el conjunto de España, a expensas del PP.
Matizar, o, peor aún, despreciar el trasvase de votos con el tradicional calificativo de “voto útil” es una estrategia imprudente, porque en realidad está admitiendo que la candidatura que pierde apoyo no es útil para los electores. Seguro que el PP intentará presentarse como el partido responsable de Gobierno que consiguió enderezar, dentro de lo que cabía, la situación desmadrada de Cataluña, pero no está claro que, por centrarnos en el líder, el posible mayor capital del Rajoy presidente pueda compensar la descapitalización que el Rajoy secretario general del PP ha sufrido en la jornada de ayer.
Asimismo, no parece que sean sólo los votos “populares” los que se han trasvasado a la candidatura que encabezó Inés Arrimadas, que posiblemente se benefició también de votos que podrían haberse dirigido al PSC, cuyo candidato, Miquel Iceta, ha probado tener mucho más tirón mediático que electoral.
No es tampoco descartable que Ciudadanos haya obtenido algunos votos de personas que antes votaron a Podemos, o CeC-Podem. Hablando de víctimas, Pablo Iglesias, cada vez más tocado, verá probablemente su liderazgo más cuestionado desde las elecciones de ayer. Tampoco tendrá muchos motivos de satisfacción la alcaldesa de Barcelona, y emergente estrella populista, Ada Colau. Si Podemos subió como la espuma, sus errores y bandazos, y también su gestión autonómica y municipal, pueden indicar que su estrella se apaga con cierta velocidad, lo que también sería una buena noticia, dadas sus absurdas ideas antiliberales.
Hablando de desatinos y de antiliberalismo, también es destacable la caída de la CUP, la opción más extremista y antiliberal de las que competían ayer por el voto de los catalanes.
El grupo nacionalista dio la sorpresa, porque los resultados de JuntsxCat fueron mejores de lo esperado, y lo contrario sucedió con ERC. La estrategia de Puigdemont ha resultado vastamente más rentable que la de Junqueras.
A la hora de formar Gobierno, lo habrá seguramente independentista, porque, aunque la ventaja de los nacionalistas se ha reducido con respecto a 2015, los tres partidos independentistas alcanzan la mayoría absoluta de escaños en el Parlament. Y JuntsxCat y ERC podrían gobernar juntos, con la abstención de la CUP.
Paciencia y esperar. Hablando de esperar, es de esperar que la situación se clarifique para que el coste económico que han pagado los ciudadanos de Cataluña por la irresponsabilidad de sus gobernantes no siga agravándose, o incluso empiece a disminuir. En todo caso, no es probable que el daño causado vaya a repararse de un día para otro.
¿Qué balance de urgencia puede hacerse, entonces? Alguien podría recordar el famoso chiste, y sostener que las elecciones en Cataluña fueron como la vejez: mejores que la alternativa. Ahora bien, eso sería cierto sólo si se hubiese dado el peor escenario mencionado al principio. Lo que viene a partir de hoy, aun sin ser el peor, no será un escenario bueno, sino apenas regular.