Juan Carlos de Pablo, destacado economista argentino, elabora una base de datos con los economistas del mundo, y cada diciembre nos envía a colegas y amigos una relación de los que murieron en el año. La fúnebre lista suele brindar un buen panorama de la riqueza y diversidad de nuestra profesión.
Encabeza dicha lista Daniel Kahneman, profesor durante muchos años en la Universidad de Princeton. Se formó en Israel como psicólogo, pero sus trabajos en economía conductual y los problemas de decisión bajo incertidumbre, varios de ellos con el también psicólogo israelí Amos Tversky, muerto en 1996, le hicieron merecedor del Nobel de Economía en 2002. Es autor de Pensar rápido, pensar despacio, que publicó en España la Editorial Debate.
Dos relevantes profesores estadounidenses también murieron el año pasado. Richard Ainley Easterlin investigó sobre el crecimiento económico y la felicidad, y alegó que su relación es menos automática de lo que se pensaba, al ignorar aspectos no materiales del bienestar. Es lo que se llama la paradoja de Easterlin.
James David Gwartney, que trabajó especialmente en Economía pública e institucional, elaboró durante años el Índice de Libertad Económica en el Mundo, publicado por el canadiense Fraser Institute. Fue una importante figura entre los economistas liberales.
De opiniones contrarias al liberalismo, en cambio, fue Maria da Conceição Tavares, nacida en Portugal, donde se graduó en Matemáticas, y emigrada a Brasil, donde se desempeñó como estadística y economista, analizando la economía estructuralista y del desarrollo.
En mis dos patrias murieron relevantes economistas en 2024, a todos los cuales conocí. Juan Ernesto Alemann cumplió un papel en la política económica argentina, en especial con el ministro Martínez de Hoz, junto con quien impulsó políticas de apertura de los mercados y control del gasto. Tuvo influencia en los medios, durante y después de la dictadura militar, pero no reconocimiento internacional, como sí sucedió con Roberto Cortés Conde, el principal historiador económico de Argentina, autor de numerosos trabajos sobre política y economía en el largo plazo.
Por fin, el tinerfeño José Luis Malo de Molina y Martín-Montalvo estuvo estrechamente asociado al Banco de España. Realizó allí toda su carrera, llegando a dirigir su Servicio de Estudios. Fue uno de los varios discípulos aventajados de Luis Ángel Rojo que lo acompañaron en el entonces banco emisor, como Julio Segura y otros. Malo de Molina se dedicó sobre todo al campo del análisis de las políticas económicas y monetarias, colaborando no solo con Rojo sino con gobernadores que vinieron después, como Jaime Caruana, Miguel Ángel Fernández Ordóñez y Luis María Linde. Lo sucedió en la dirección del Servicio de Estudios precisamente quien sería el siguiente gobernador: Pablo Hernández de Cos.