Juan Carlos de Pablo, destacado economista argentino, elabora una base de datos con los economistas del mundo, y cada diciembre nos envía a colegas y amigos una relación de los que murieron en el año. La fúnebre lista suele dar un buen panorama de la diversidad de nuestra profesión.
Este año pasado los nombres incluyen a Martin Shubik, matemático y economista, pionero de la economía informática y la teoría de juegos. Se doctoró en Princeton, donde había matemáticos importantes como John Nash, el futuro Nobel, que fue su compañero de estudios. Shubik, profesor en la Escuela de Management de Yale, fue un pensador práctico: trabajó en la empresa privada, siendo consultor de General Electric y de IBM, y sus investigaciones cubrieron un abanico de problemas reales, desde el terrorismo y la estrategia nuclear hasta la legislación antimonopolio. Junto a otro Nobel, Lloyd S. Shapley, formuló un Índice de Poder para medir la fuerza de las coaliciones en grupos diversos, como los accionistas o los parlamentarios. Por fin, pocas cosas hay más prácticas que ganar dinero, y Shubik ganó una fortuna invirtiendo en acciones. Vino a España hace veinte años, y sus ideas llamaron la atención por ser poco ortodoxas: a los liberales les gustará que haya apostado por el sector privado en el mundo de la cultura y las artes: “cuanta menos intervención de la política en la cultura, mejor”.
Hablando de liberales, los simpatizantes de la Escuela Austriaca lamentaron el año pasado la muerte (a los 101 años) de Bettina Bien Greaves, la bibliógrafa de Ludwig von Mises. También murió Leland B. Yeager, especialista en política monetaria y comercio internacional, que se autodenominaba “compañero de viaje” de los liberales economistas austriacos.
Pero de todo hay en la vida, y también en la muerte, con lo que no solamente se van los liberales al otro mundo. En 2018 fallecieron el economista marxista franco-egipcio Samir Amin, y el izquierdista brasileño Theotônio dos Santos, uno de los creadores de la llamada “teoría de la dependencia”.
Los antiliberales de toda condición recurren mucho a los fallos del mercado; pues bien, el pasado marzo murió Francis M. Bator, el economista húngaro-estadounidense, autor del clásico “The Anatomy of Market Failure” de 1958.
El año pasado también nos dejó un economista muy destacado: el escocés James Alexander Mirrlees, que compartió con William Vickrey el Premio Nobel de Economía en 1996.
De mi especialidad, recuerdo a dos historiadores del pensamiento económico muertos en 2018, Anthony Alan Brewer y Peter Diderik Groenewegen. En España lamentamos el fallecimiento de Blas Calzada, a quien muchos economistas y periodistas tratamos y apreciamos.
Entre los economistas vivos, el de más edad es William D. Grampp, a quien tengo la fortuna de conocer, y que nació en 1914, nada menos.