Ley electo-liberal: cuanto más se aproximan las elecciones, más liberales se vuelven los políticos. El caso del Partido Popular interesa por tres razones. La primera es que ha alcanzado la presidencia de Andalucía mediante una alianza que podría reproducirse a escala nacional; la segunda es que la izquierda no dice nada de bajar los impuestos, o propone subidas tan desaforadas del gasto público que cualquier promesa en ese sentido sería absurda; y la tercera es que el PP ha precisado un poco su propuesta impositiva.
Pablo Casado anunció “una revolución fiscal” para bajar todos los impuestos y eliminar los que ha establecido o subido el PSOE. Y entró en detalles: “Nuestra receta es bajar el IRPF por debajo del 40%, bajar el impuesto de sociedades por debajo del 20%, suprimir el impuesto de sucesiones, suprimir el impuesto de donaciones y suprimir el impuesto de patrimonio”. Y todo eso lo hará “nada más llegar” al Gobierno, según informó Expansión.
El problema estriba en la conocida dificultad política para bajar el gasto. Leí en nuestro periódico un resumen de lo que dijo el líder del PP a continuación: “este año ya se podría compensar esta bajada de impuestos debido al aumento de 20.000 millones en la recaudación, pero además se podría sustentar con la simplificación de tramos, la ampliación de bases imponibles, la afloración de economía sumergida y poder competir para captar empresas tecnológicas desinteresadas por el Reino Unido tras el Brexit”. Eso de “compensar” evoca la curva de Laffer, que entusiasma a los políticos, porque les permite jugar al póker y ganar: bajar los impuestos para recaudar más y por tanto poder gastar más, acumulando capital político en ambos sentidos.
Esto podrá funcionar o no, pero es de un liberalismo sospechoso, porque el liberalismo aspira a contener la coacción del poder, no a incrementarla. El liberalismo apuntaría a bajar los impuestos para recaudar menos, no más, porque el objetivo liberal sería que las trabajadoras conserven más, y no menos, de lo que es suyo; y que gasten más ellas, si quieren, y no el poder. Si no partimos de esta base, dejamos a los políticos supuestamente liberales con una coartada: como el objetivo era bajar los impuestos para recaudar más, si por cualquier razón no lo logramos entonces subiremos los impuestos. Sintiéndolo mucho, claro.
El señor Moreno Bonilla anunció “una bajada masiva de impuestos” si llegaba a la presidencia de la Junta de Andalucía. Llegó y ya ha dicho que de eso, nada: la herencia recibida, no se puede bajar el gasto, etc.
Es posible que Pablo Casado sea diferente, y que sea un hombre de palabra cuando se compromete a bajar los impuestos, no como el presidente andaluz ahora, o Mariano Rajoy antes. Es posible, pero la teoría y la práctica invitan al recelo.
El PP ya no es de fiar y esa es la razón por la que sus votantes y afiliados han cambiado de partidos, mayoritariamente a VOX que, en sus primeras intervenciones y acciones de Andalucía si está demostrando lo que promete, pero tiene frente a sí a la izquierda y a Cs y, también, al PP de perfil.