En su Vida de Don Quijote y Sancho recuerda Unamuno que Dios no condenó al hombre a trabajar, puesto que en el Paraíso se trabajaba, y lo señala el libro del Génesis: “Tomó, pues, Yahvé Dios al hombre y lo dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase” (Gn 2, 15).