Los verdaderos amigos del Estado no son sus idólatras sino algunos de sus críticos. Lo mejor que he leído en los últimos años en defensa de la coacción política y legislativa es Government versus Markets. The Changing Economic Role of the State (Cambridge University Press), escrito por el destacado economista Vito Tanzi, asociado durante décadas al FMI.
Si la personalidad del autor podrá llamar la atención, y muchos se precipitarían a llamarlo “neoliberal”, una lectura superficial de la obra parecería ratificar ese diagnóstico. En efecto, Tanzi es crítico con el Estado, asegura que no creó el bienestar sino que sustituyó una red informal precedente, y denuncia a los privilegiados que viven del Estado: “El gasto público puede a veces ayudar muy poco a sus supuestos beneficiarios pero ayudar mucho a los que suministran los servicios públicos”. Dice que no existe una relación positiva y continua entre un mayor gasto público y un mayor bienestar social, y que al final el gasto se vuelve injusto, oneroso e inmoral. Para colmo, despeja el mito de los países nórdicos, que no se volvieron ricos gracias al Estado grande sino que primero fueron ricos por sus políticas liberales y después creció el Estado, dañando el crecimiento económico y el bienestar.
Pero la idea central de Vito Tanzi, y por eso sostengo que es realmente un amigo del Estado, es que las dimensiones actuales del sector público conspiran contra su legitimidad. De seguir así, pondrá en riesgo su propia subsistencia. Por tanto, lo que propone Tanzi es reforzar el Estado reduciendo su tamaño, pero no demasiado: “en muchos países los Estados dedican sus energías a reemplazar el mercado debido a sus supuestos ‘fallos’ en vez de conseguir que el mercado funcione mejor”. El resultado es que un mayor gasto público no garantiza la mejoría del bienestar social de la mayoría sino más bien de pequeños grupos. “Las razones teóricas planteadas por los economistas para justificar el papel del gasto del Estado en las economías, especialmente la necesidad de ayudar a los realmente pobres, podrían satisfacerse con un porcentaje del gasto público sobre el PIB más reducido que el que ahora tienen numerosos países”.
Afirma que si el gasto público fuera del 30 % o el 35 % del PIB el Estado lograría sus objetivos sin padecer una deslegitimación peligrosa para él. Por otro lado, con el gasto actual, elevado e ineficiente, el Estado no va a poder sostenerse, por la ya elevada presión fiscal, la dificultad de financiar el gasto (recordemos la deuda) y por la globalización. ¿Volver al Estado liberal del siglo XIX? Solo en un sentido, porque Tanzi rechaza el intervencionismo microeconómico, proteccionista y regulador. Pero la clave es que en ese nuevo y fortalecido Estado tendrá “un gasto público y unos impuestos considerablemente más elevados que entonces”.