En justo castigo por nuestros pecados, Dios Nuestro Señor nos ha rodeado de estupendos, tantos que asombrarían a Valle-Inclán. Se trata de los pesados que interpretan cualquier cosa mala que sucede, en cualquier campo, como la ratificación irrefutable de los peligros de la libertad de las mujeres y los hombres, y de la consiguiente imperiosa necesidad de recortarla. El penúltimo ejemplo ha sido el bitcoin.