Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, no obtuvo ayer todos los votos necesarios para reeditar en Galicia el Gobierno Frankenstein que lo mantiene en el Palacio de la Moncloa. Disgusto gallego de Warren.
Dirá usted: Warren no se presentaba. Cierto. Tampoco lo hacía Albertinho Feijoada, el líder carioca del Partido Popular. Sin embargo, y aunque prácticamente todas las elecciones autonómicas e incluso municipales en nuestro país son leídas en clave nacional, las de ayer lo eran aún más, porque estaban en juego tanto la estrategia nacional de Warren como el liderazgo de Albertinho para que el PP pueda por fin sustituir al Gobierno autodenominado de coalición progresista en las próximas generales.
Se jugaba algo el futuro de la extrema izquierda, aunque eran bastante previsibles, como efectivamente sucedió, el traspiés de Restar con Pocoyó Landa, y el perdurable languidecimiento de Unidas No Podemos, donde la sombra de Paulita Naródnika, la lideresa del populismo vernáculo, es cada vez menos alargada. Ha ayudado Dios, dirá usted, y no lo niego, sólo faltaba. Ni siquiera ha colaborado el habitual narcisismo de la izquierda dividida, porque la situación no habría sido posiblemente diferente si las dos fuerzas extremistas hubiesen acudido juntas. Pero, en fin, sea como fuere, sospecho que sigue valiendo mi diagnóstico económico: la imagen de los empresarios en España ha cambiado tanto que la mejor señal para anticipar la reducción del respaldo electoral de las trabajadoras a cualquier formación política es que sus dirigentes se dediquen a poner a caer de un burro a Amancio Ortega.
En la recta final de la campaña nadie afirmaba con contundencia que la estrategia de Warren iba a fracasar. No era en absoluto descartable el temible escenario de un Otegi paseándose por Santiago, en la cruda la imagen que conjeturó Ricardo T. Lucas en EXPANSIÓN. Porque una clave importante de estos comicios fue la poco disimulada apuesta de Warren por los nacionalistas de una exitosa Ana Pontón, que se cuidó muy mucho de exponer su genuino programa de autodeterminación, imposición lingüística y demás reivindicaciones idénticas a las de los independentistas más radicales de Cataluña y el País Vasco: “si lo que busca el electorado de izquierdas es pedigrí extremista, los separatistas gallegos se llevan la palma. No sólo por su ideario dogmático, sectario y rancio –que tiene un atractivo inexplicable para los actuales votantes que se dicen de izquierda–, sino sobre todo por sus vínculos nada disimulados con la izquierda abertzale antes incluso de que se trasvistiera en Bildu”.
Vox, ausente. Democracia Ourensana, bienvenida. Y Alfonso Wheel rodó bien, convirtiéndose en el tercer barón autonómico del PP, junto a Isabel Díaz Ayuso en Madrid y Juanma Moreno en Andalucía.
Fracasó la maniobra de Warren Sánchez y sus secuaces mediáticos de aprovechar la torpeza de Albertinho y utilizarla como palanca electoral para ayudar a su candidata, que era realmente Ana Pontón y no José Ramón Gómez Besteiro, dejado a los pies de los caballos y limitado a lanzar consignas difícilmente movilizadoras como “reindustrializar Galicia”.
Convengamos, eso sí, que la maniobra era arriesgada, como ironizó Carlos Alsina en Onda Cero: “Se escandalizó muchísimo el PSOE –muchísimo y falsísimamente– porque la número dos de Junqueras, a la que han prometido amnistiar, Marta Rovira –expatriada en Suiza, donde se ve Santos Cerdán con Puigdemont a escondidas– declaró que el PP también sondeó a Esquerra para la investidura de Feijóo. ¡Pero a dónde vamos a llegar!, dijo el PSOE fingiéndose perplejo, ¡Feijóo sondeando a Esquerra!”. En realidad, un poquito de memoria histórica bastaba para recordar que Esteban González Pons en agosto pasado ya había declarado que el PP había sondeado a Esquerra pero también a Junts para intentar la investidura de Albertinho.
Al final se ha producido la paradoja de que lo que el PSOE insiste para neutralizar el escándalo de la amnistía, a saber, que es algo que no interesa especialmente a los votantes, ha sido verdad en Galicia, en el sentido de que los electores han percibido que no son exactamente lo mismo, ni mucho menos, los contactos de la izquierda con los independentistas que los del Partido Popular.
Todavía faltan por contabilizar los importantes votos, algo menos de medio millón, de los gallegos residentes en el extranjero, en especial en mi Argentina natal, a donde asombrosamente no han considerado relevante viajar ni Wheel ni Albertinho. Que venga don Manuel Fraga y lo vea. Igual daban sus votos por seguros. Veremos.
Pero lo que hemos visto ayer es que Warren Sánchez está dispuesto a todo. Incluso a cargarse su propio partido.