Tras la caída del Muro de Berlín, una ola de mayor libertad contribuyó a que cientos de millones de personas dejaran atrás la pobreza extrema.
Como evidentemente eso no sucedió gracias al socialismo, el pensamiento antiliberal se aferró primero a la desigualdad mundial, alegando que la crisis del comunismo había tenido como indeseable consecuencia el acentuar la división del mundo. Se habló entonces del Norte rico versus el Sur pobre y otras jeremiadas por el estilo.