Desesperados con Milei

Con un año de presidencia, hay un grupo importante de desesperados con Javier Milei: son los que temen que su política funcione. En efecto, si el liberalismo, que tanto bien hizo en mi país natal entre 1880 y 1930, vuelve a ser aplicado, después de un siglo de políticas intervencionistas de variopinto pelaje y uniforme fracaso, el golpe que representaría su éxito sería durísimo para los antiliberales de todos los partidos, y no solo en la Argentina. 

El balance de la gestión de Milei, aparte de la obvia consideración a la situación catastrófica heredada del populismo kirchnerista y los precarios apoyos parlamentarios del nuevo presidente, tiene aspectos indudablemente positivos, desde la reducción de la inflación por debajo del 3 % mensual hasta el giro fiscal del déficit al superávit. Cayó notablemente la prima de riesgo, y algunas reformas microeconómicas, como la liberalización de los alquileres, han sido exitosas.

Por otro lado, la recesión provocada por el ajuste fiscal ha sido acusada, aunque los últimos datos apuntan a una cierta recuperación. Todavía existe, como recordó Juan Ramón Rallo en La Razón, un déficit llamado cuasifiscal, por la emisión del Banco Central de la República Argentina para remunerar sus pasivos financieros, pero ha bajado del 10 % al 2 % del PIB en este año. Las cuentas del BCRA han sido saneadas de aquella manera, porque su deuda, como insistió en Infobae Roberto Cachanosky, destacado economista liberal, y crítico con Milei, ha sido transferida al Tesoro argentino.

La dolarización es la principal promesa incumplida de Javier Milei, y ha dividido profundamente a los liberales argentinos, como no podría ser de otra manera, porque su aplicabilidad, aunque seguramente es algo anhelado por un pueblo castigado por décadas de inflación, está lejos de ser algo evidente.

Algunos analistas, como Emilio Ocampo y otros, sostienen que no hay más salida que la dolarización inmediata, alegando que hay recursos suficientes, máxime si se cuenta con el apoyo del Fondo Monetario Internacional, y que es la única manera de anclar a la baja las expectativas de inflación.

Otros, como Alejandro Chafuén y Leonidas Zelmanovitz, temen que el fin del “cepo” y la liberalización cambiaria hundan tanto la demanda de pesos que reaparezca el fantasma de la inflación desbocada.

Entre tanto, Milei emplea el tipo de cambio como herramienta antiinflacionaria –Argentina está cara en dólares– estrategia utilizada en el pasado, casi siempre con malos resultados. 

El presidente argentino es un hombre contradictorio e imprevisible –lo analizo en El pensamiento de Milei, LID Editorial–, y sus políticas no tienen el triunfo asegurado. Dentro de menos de un año, en las elecciones de medio término, veremos cuántos argentinos se suman a los desesperados con Milei. De momento, la mayoría mantiene la esperanza.