Los antiliberales de izquierdas y de derechas pretenden monopolizar causas plausibles, como la clásica de la representación y promoción de los trabajadores. En nuestro tiempo esgrimen banderas como el feminismo o el cuidado del medio ambiente. Operan dogmáticamente con el sesgo de confirmación: si usted no es de izquierdas, no puede ser feminista —“bonita”, añadiría Carmen Calvo. El hecho de que estas presunciones sean mentira, y a menudo que la realidad sea justo la contraria de la que presumen, a los autodenominados progresistas rara vez les afecta. Un ejemplo de esta estrategia mendaz es la desigualdad.