La corrección política nos alecciona sobre la necesidad de lograr un “equilibrio entre el Estado y el mercado”. Veremos en esta serie algunos otros ejemplos de este pensamiento mayoritario y fofo que siempre gira en torno a la misma falacia: el Estado es una institución de la sociedad abierta, como las demás, imprescindible, como las demás, beneficiosa, como las demás, y que se modera en su recíproca articulación con las otras, como las demás. Puro camelo. El Estado no es nada de eso, y actuar como si lo fuera ignora peligrosamente su característica definitoria: la violencia que él pretende que es legítima.
El Estado y las demás instituciones
Observemos cómo funcionan las demás instituciones. La propiedad privada, por ejemplo. Es claramente imprescindible y beneficiosa, y su acción resulta condicionada y moderada por el mismo derecho de propiedad de los demás, que articulan recíprocamente sus derechos en otra institución fundamental: los contratos. El Estado no hace eso.