Hay algunos clichés que parecen combinar resignación y deseo. Así sucede con el que proclama: “que nos quiten el dinero, pero que lo gasten bien”.
La justificación del gasto
La potencia de este lugar común estriba en la obviedad de su conclusión. Resulta incuestionable que el gasto público tiene un porcentaje, acaso no despreciable, que carece de justificación razonable alguna. Pensemos en el gasto que es corrupto, que es desviado de su objetivo y canalizado hacia los bolsillos de políticos, sindicalistas y otros grupos de presión. O en el gasto orientado por el poder hacia sus amigos. O en el gasto honrado pero disparatado, como los aeropuertos sin aviones.