En la gala de los Goya, el actor Enric Auquer dedicó su premio “a todos los antifascistas del mundo”. Aunque siempre cabe denunciar la patética hemiplejia moral del llamado mundo de la cultura, presto a condenar el fascismo mientras pasa de puntillas sobre el comunismo, quizá resulte más provechoso reflexionar sobre el propio antifascismo, por dos motivos. En primer lugar, porque, como es evidente, sea uno de izquierdas o no, está muy bien ser antifascista. Y en segundo lugar, y esto es mucho menos evidente, porque rara vez los progresistas perciben hasta qué punto su antifascismo es fascista. Lo ilustraré con dos ejemplos de la misma gala.