Las políticas intervencionistas tienen malos resultados, salvo en un campo en el que se defienden bastante bien: las ideas. Puede razonarse teóricamente y demostrarse empíricamente que el control de precios desemboca en la escasez de aquellos bienes que el poder pretende abaratar artificialmente mediante la coacción política y legislativa. Y, sin embargo, vemos esa estrategia estéril repetida una y otra vez desde el emperador Diocleciano hasta los sátrapas bolivarianos.
Dirá usted: lo que pasa es que los déspotas emprenden políticas antiliberales porque no saben economía. Sospecho que la cosa es bastante peor: no es que no sepan economía, sino que saben una economía que es simplemente basura. Sea como fuere, no es necesario estudiar economía para comprender que el poder es capaz de violentar libertades, pero le es mucho más difícil impedir las consecuencias de su intervencionismo.
Para entender que no se pueden fijar coercitivamente los precios por debajo de los costes de producción y al mismo tiempo contar con una oferta creciente no es necesario que Nicolás Maduro empiece a estudiar economía de verdad, y no la propaganda marxista que seguramente cultiva. Basta con que lea a Cervantes.
Berganza, uno de los perros del célebre Coloquio, explica a propósito del aprovisionamiento de Sevilla el funcionamiento del mercado: “Y como en Sevilla no hay obligado de la carne, cada uno puede traer la que quisiere, y la que primero se mata, o es la mejor o la de más baja postura, y con este concierto hay siempre mucha abundancia”.
Cervantes puede enseñarle mucho a Maduros. Concretamente, puede enseñarle que el abastecimiento depende crucialmente de que los mercados sean libres. Así explican Luis Perdices de Blas y John Reeder los excelentes resultados en Sevilla: “en el abasto de la carne no hay obligado, es decir, no hay una persona que abastezca de carne a la ciudad a un precio fijado con el ayuntamiento y, por lo tanto, que tenga el monopolio en la introducción de dicho producto”.
Si el déspota venezolano quiere leer un poco más, puede consultar el ensayo de estos autores, “Arbitrismo y economía en el Quijote”, incluido en L. Perdices de Blas y M. Santos Redondo eds., Economía y Literatura, Madrid: Ecobook, 2006.
Los arbitristas, el tema que trató Jean Vilar, guardaban relación con los problemas económicos y hacendísticos de España: estos autores elevaban arbitrios o memoriales al Rey para allegar recursos y afrontar dificultades diversas. Prácticamente nunca proponían medidas liberalizadoras y casi siempre se inclinaban (ya entonces…) por aumentar los impuestos. Son criticados por ello en el Quijote, donde el barbero dice: “tiene mostrado la experiencia que todos o los más arbitrios que se dan a Su Majestad, o son imposibles, o disparatados, o en daño del rey o del reino”.
En el libro de CERAM «Dioses, Tumbas y Sabios», se habla de tablillas sumerias que hacen mención al mercado negro.
Es decir, hay referencias al fracaso de los controles de precios, que son más viejas que Diocleciano…
Muchas gracias por la referencia.