Charles W. Calomiris, catedrático de Instituciones Financieras en la Universidad de Columbia, detecta dos gorilas que amenazan la estabilidad sistémica de las finanzas, y ambos responden al gorila máximo: el Estado. Se trata en efecto, de dos políticas públicas interconectadas: el subsidio del riesgo hipotecario y el subsidio del riesgo de impago bancario.
Es difícil no ver un bicho tan grande como un gorila, y más si son dos. Las autoridades, naturalmente, los ven, pero miran hacia otro lado: “no es que a los políticos les gusten el riesgo o las crisis, sino que lo que les gusta es ser elegidos”, y por eso respaldan un modelo de crédito abundante; cuando estalle siempre pueden echarle la culpa a los especuladores y no al sistema que han montado, y siempre pueden presentarse como desfacedores de los entuertos que ellos mismos propician.
Según Calomiris, la pandemia de crisis forma parte de un equilibrio político, y puede ser desgraciadamente estable: no cambiará hasta que no lo haga la “mezcla tóxica de protección generosa a la banca y subsidios al crédito hipotecario”.
Se podría reducir el riesgo mediante la regulación prudencial, entendida como una opción alternativa a eliminar el seguro de depósitos y los subsidios al crédito, pero es difícil que los políticos lo hagan, y no porque no sepan lo que sucede: “los errores regulatorios en los EE UU en los años anteriores a la crisis fueron demasiado obvios como para ser accidentes”. Por tanto, seguimos con el mismo sistema, a pesar de la ola regulatoria, y las probabilidades de que haya una nueva crisis no han disminuido sustancialmente.
Tampoco es piadoso Calomiris con nuestro gremio de los economistas. Dice que, igual que los políticos, los economistas también son conscientes de la incómoda presencia de los gorilas, pero no tienen incentivos a meterle el dedo en el ojo al gorila mayor. Después de todo, una parte importante de los economistas trabajan para los políticos, en el Estado, los bancos centrales, la banca en general y los organismos internacionales de todo tipo.
Antes de que nos sumamos todos en la depresión, la zozobra y el desconcierto, este economista de Columbia se apresura a aclarar que la solución no es imposible. De hecho, señala, está presente en un gran país del que hablamos poco: Canadá, que no sufrió ninguna crisis bancaria de extrema gravedad en su historia. Anota que el PIB canadiense es más volátil que el de los Estados Unidos, que padeció 17 grandes crisis en los últimos 225 años.
No confía Calomiris en las reglas de Basilea, y recomienda cuatro medidas para domar a los gorilas. Una: reducir la protección estatal a las pérdidas bancarias. Dos: no subsidiar el riesgo hipotecario. Tres: no rescatar bancos ni asegurar depósitos, sino montar un sistema con un prestamista de última instancia. Cuatro: limitar la financiación hipotecaria a través del sistema bancario.
Dirá usted: esto es muy difícil. Pero: ¿y convivir con los dos gorilas acaso no lo es?