Este título podría ser tachado de extravagante. En tanto que autor de Drácula, el irlandés Bram Stoker (1847-1912) más bien debería ser incluido entre los que abordaron la distribución de la sangre. Sin embargo, hace referencia a la política económica y los avatares de las rentas en su relato “El secreto del oro creciente”, publicado en Black and White en 1892, e incluido en su póstuma colección de cuentos Dracula’s Guest and Other Weird Stories, que apareció en 1914.
Al comienzo de The Secret of the Growing Gold se exponen las condiciones económicas de las dos familias protagonistas, en especial de los Delandre, que analizaré en estas líneas. Stoker detalla que estos últimos tenían cierto abolengo, pero económicamente nunca habían superado el nivel de los yeomanry, los pequeños propietarios de tierras. Su fortuna había experimentado la siguiente evolución: prosperaron primero “en los buenos tiempos de las guerras extranjeras y el proteccionismo”. Aquí se refiere Stoker a las Gueras Napoleónicas, que brindaron una protección artificial a los agricultores británicos, al interrumpir las importaciones de cereales desde el continente europeo.
Después de Waterloo, los terratenientes ingleses lograron que la protección continuara merced a las Leyes del Cereal, que fueron intensamente debatidas por los economistas clásicos, y finalmente derogadas en 1846. En esos debates un asunto clave era la distribución de la renta, puesto que el proteccionismo obviamente beneficiaba a los productores agrícolas, transfiriéndoles recursos desde los consumidores, forzados a pagar precios más elevados por sus alimentos. A los Delandre, por tanto, les había ido muy bien en todo este período, puesto que la renta había sido redistribuida en su favor.
Pero después de la derogación de las Corn Laws “su fortuna se había fundido bajo el sol abrasador del libre comercio”. La libertad, además, está asociada a la paz: “the piping times of peace”, escribe Stoker, citando a Gloucester al comienzo de Ricardo III. El libre comercio en un contexto de paz había sido perjudicial para la familia Delandre, redistribuyendo la renta en su contra.
A primera vista, por tanto, podría tratarse del destino esquivo y caprichoso: a veces nos es propicio, y otras veces hostil. Sin embargo, hay una diferencia crucial, la diferencia que media entre la libertad y la coacción. Es inobjetable que una persona obtenga un porcentaje mayor de los recursos de la comunidad porque esta decida libremente entregárselos a cambio de cualquier bien o servicio. Lo objetable sería que esa persona extrajese ese porcentaje mayor mediante la fuerza del poder político y legislativo, como sucede con el proteccionismo, el gasto público, las subvenciones, etc.
Por volver al principio, una cosa es redistribuir la sangre voluntariamente, como hacen desde hace mucho tiempo quienes la donan, y otra cosa es redistribuirla mediante la violencia, como hace el Estado, perdón, quiero decir, el conde Drácula.