Admira a los fundadores de la UE, católicos y liberales que en ningún caso pretendían crear un super-Estado. Esta visión fue derrotada por los socialistas de todos los partidos que ansían un Estado europeo, y en ese proyecto se inscribe el euro. De ahí la necesidad de acorralar a Alemania, romper la independencia del Bundesbank, y alejarse del cristianismo.
El final del DM fue la señal para las malas políticas monetarias, que crearon la burbuja que estalló en 2008, y que se rodearon de garantías de rigor y seriedad que fueron violadas una a una. No se cumplió el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (como tampoco antes los criterios de Maastricht), y la independencia del Banco Central Europeo fue gradualmente recortada.
Bagus critica al BCE y los argumentos sobre los desastres que se avecinan sin él y sin el euro. Explica las alianzas entre banca y poder político, que adquieren un aspecto peculiar en el proyecto socialista del euro, que no puede resolver el problema de la expansión crediticia y al final desemboca en una suerte de tragedia de los comunes, con un banco central pero varios países que son deficitarios y recurren al sistema para conseguir que los rescaten y paguen otros.
Un sistema que supuestamente iba a controlar la inflación y asegurar el poder adquisitivo de la nueva moneda acaba en un amplio riesgo moral que dificulta las relaciones entre los Estados y está abocado al fracaso “porque permite la redistribución a favor de los países cuyos sistemas bancarios y gobiernos inflan la oferta monetaria más rápidamente que los demás”. Esto se hace indirectamente: las autoridades emiten deuda y el BCE la acepta como garantía o incluso la compra, quebrantando sus compromisos.
El euro, concluye Bagus, no es necesario para una sociedad libre. Lo creo. Y espero que tampoco sea imprescindible para acabar con ella.