Vimos hace tiempo la incorrecta visión económica que tiene esta famosa historieta. Hoy volvemos a la economía de Astérix en el caso de La residencia de los dioses. En esta oportunidad, el proyecto de César es rodear la aldea gala con un conjunto residencial que convierta a los héroes resistentes en chabolistas.
Astérix y Obélix dan la poción mágica a los esclavos encargados de la obra, con lo que éstos se rebelan. Sin embargo, y ante el asombro de los galos, deciden quedarse en el campamento romano y trabajar para el imperialismo, aunque con un sueldo de cinco sestercios la hora (con lo que entonces los soldados se rebelan: “nosotros cobramos menos, no es justo”), y con la promesa de ser liberados al finalizar el proyecto. Dialogan unos romanos: “Es inaudito, en cuanto se paga a los esclavos, trabajan mejor”. Esto es lógico: la gente responde a incentivos, y los esclavos también.
Por fin, se construye la residencia y llegan unos visitantes de Roma. Como no hay centro comercial, acuden a hacer la compra a la aldea gala, donde los precios son mucho más bajos que en la capital. Cuando los galos lo comprenden, empiezan a subir los precios. Se plantea un lío en la aldea. Muchos están a favor de los romanos, y quieren poner más tiendas para abastecerlos. Hasta aquí, todo normal: aumenta el turismo, y los nativos del lugar quieren aprovecharse de esa demanda mayor sobrevenida.
Ahora aparece la izquierda y su turismofobia. La imagen de los turistas en la historieta es mala. De hecho, la aldea evidentemente prospera, puesto que se llena de tiendas para venderles cosas a los romanos, pero la idílica convivencia se esfuma, y los galos se pelean entre sí. Parece que la armonía idílica y la paz sólo existen en el mundo primitivo donde para comer hay que salir a cazar jabalíes.
La gran preocupación de Astérix es que el plan de César, independientemente de sus intenciones perversas de someter a los galos, parece que funciona: a los galos les conviene, y todo indica que la comunidad prospera: incluso empiezan a bajar los precios.
Al final, Astérix y Obélix cuelan en la residencia al bardo Asurancetúrix, que con su terrible voz espanta a los turistas, que vuelven a Roma a toda prisa. Los soldados romanos expulsan al bardo, los galos les declaran la guerra, y obviamente les ganan, con lo que destruyen el complejo residencial.
Los nuevos comercios de la aldea se arruinan, porque es Astérix y no César el que consigue impedir el progreso, pero los galos hacen una fiesta en el bosque, felices porque pueden volver al pasado, a vivir cazando jabalíes. Los supuestos progresistas ahora cazan turistas, pero vienen a ser más o menos unos reaccionarios análogos.
Lo malo es que estos anti turismo no volverán a la feliz convivencia cazando para comer y dejando en paz a sus semejantes para que progresen .