María Jesús Montero es una ilustración progresista de Alicia en el país de las maravillas.
Dijo: “qué vergüenza que todavía se cuestione el testimonio de una víctima y se diga que la presunción de inocencia está por delante del testimonio de mujeres jóvenes, valientes, que deciden denunciar a los poderosos, a los grandes, a los famosos”.
Lewis Carroll expuso claves de la sociedad abierta vueltas del revés. La Reina de Corazones representa el poder sin límites. Y no expresa esta idea mediante subterfugios sino ordenando simplemente: “¡Que le corten la cabeza!”.
Esto revela la importancia de los derechos humanos y las garantías judiciales, empezando, naturalmente, por la presunción de inocencia. Este baluarte del Estado de Derecho fue liquidado por la señora Montero a propósito de un juicio, lo que nos conduce otra vez a la arbitraria monarca, que resume sin complejos lo que para ella es un juicio verdaderamente justo: “Primero, la sentencia. Y luego, el veredicto”. Fue el punto que subrayó doña María Jesús: la sentencia es lo que importa. Por supuesto, la sentencia que ella prefiera, y que contribuya a redondear el mendaz retrato del supuesto progresismo, que defiende a los débiles contra los poderosos, grandes y famosos.
Y hablando de timos, cuando la declaración liberticida de doña María Jesús resultó ser tan flagrante que ni los suyos la defendieron, esta fue su brillante respuesta: “No voy a aceptar lecciones ni tergiversaciones del PP. Lo que quise decir y mantengo es que la presunción de inocencia no debe impedir que podamos expresar nuestro rechazo a que de manera sistemática se cuestione a las mujeres que son víctimas de agresiones y del machismo”. Cuando tampoco esto bastó, rectificó a lo progre: “si alguien ha entendido”, es decir, si algún demente ha pensado que me quería cargar el Estado de Derecho, entonces pido disculpas. La carga de la prueba recae sobre quienes oyeron que dijo lo que dijo.
Nuevamente, es una apelación al clásico de Carroll, en esta oportunidad a cargo de Humpty-Dumpty: “Cuando yo utilizo una palabra, esa palabra significa exactamente lo que yo quiero que signifique –ni más, ni menos”. El genio de Charles Lutwidge Dodgson destacó allí la relevancia de las convenciones para una sociedad de mujeres y hombres libres, empezando por el idioma. Nada casual es, en efecto, que los totalitarios de variopinto pelaje quieran cambiar la forma en que la gente habla.
Dirá usted: resulta fundamental proteger la libertad de la gente. Error. María Jesús Montero, como todos los socialistas de todos los partidos, sabe que el quid reside, una vez más, en el célebre huevo antropomórfico: “La cuestión –zanjó Humpy Dumpty– es saber quién manda. Eso es todo”.