La profesora Alicia Delibes Liniers ha escrito una excelente defensa de la educación en libertad: El suicidio de Occidente. La renuncia a la transmisión del saber, Ediciones Encuentro.
Los ataques contra la libertad en la educación se originaron en la supuestamente liberal Ilustración, y en la supuestamente liberal Revolución francesa. Allí nace la educación pública tal como la entendemos hoy: en manos del Estado, laica y hostil a la Iglesia. El resultado ha sido el manoseo constante de la libertad para socavarla –está en el título del célebre bodrio de Paulo Freire–, y lograr que la educación no sea reflexión, estudio, análisis cauteloso, reconocimiento del pasado, sino la fantasiosa creación de un mundo nuevo y un hombre nuevo desde la “fatal arrogancia” de la sabiduría y la razón, pretendidamente capaces de desentrañar todos los secretos y extirpar todos los males de la sociedad.
Desde sus orígenes, las mentes más brillantes de Francia percibieron que algo no funcionaba en ese paraíso, que en realidad fue un infierno pionero del que con los mismos fundamentos iba a arrasar el planeta: el comunismo. Un genio como Condorcet, que detectó las paradojas de los votos y las preferencias, y estaba preocupado por la educación, cayó en la ingenuidad de creer que podía frenar los abusos del Estado, dando con sus huesos en la cárcel, donde murió.
Seguidamente, como temió Tocqueville, se generalizó la idea de que el Estado debe ocuparse de la educación, pero, eso sí, bajo límites constitucionales. Jamás se cumplieron, claro. Y desde entonces hasta hoy la gran preocupación consistió siempre en los límites que ha de tener la libertad humana, y no los límites del poder –CRB, La cultura de la libertad, LID Editorial, 2024.
Al liberalismo racionalista y continental no le preocupaba el Estado sino la religión: el “poder de la Iglesia obsesionaba tanto a los liberales que, a pesar de sus principios, intentaron poner trabas a la enseñanza libre”. Flojos principios, vive Dios, con perdón.
Alicia Delibes rastrea con destreza y erudición la cuesta abajo que nos conduce al pedagogismo dogmático, según el cual “el objetivo de la escuela, más que transmitir conocimiento, es socializar a los futuros ciudadanos y educarlos moral y afectivamente. Dos siglos después, Robespierre triunfaba sobre Condorcet”.
Su análisis del PSOE es certero y severo: siempre estuvo en contra de la libertad educativa, y sobre todo ahora, porque el socialismo del siglo XXI “necesita una sociedad inculta y fácil de manipular”.
Dice la profesora Delibes que reconstruir la educación “se nos aparece como una empresa prácticamente imposible”. ¿Tendremos que perder toda esperanza? Hablando de perder, yo que usted no me perdería este rincón de Expansión el próximo lunes.