Esta visión angelical del Estado es una variante del punto analizado en el artículo anterior, y sostiene que las empresas disfrutan del gasto público que resulta, en consecuencia, beneficioso y no debería ser criticado. Un ejemplo típico es recurrir a las externalidades positivas. Así, como el Estado gasta dinero en bienes y servicios de utilidad, digamos, investigación básica y otros capítulos que resultan más o menos provechosos para las empresas, se salta a una conclusión que no tiene fundamento alguno, y es sugerir o directamente afirmar que ninguna empresa podría suministrar esos bienes y servicios en grado, tiempo o calidad suficiente.