Este interesante libro [La economía azul] rechaza la economía roja, que no es la comunista sino la capitalista actual, marcada por un “consumismo ilusorio que ha empujado a la economía a una deuda inasumible…un sistema insostenible que avanza hacia la destrucción”. Dirá usted: el Club de Roma se ha pasado décadas soltando consignas antiliberales ¿por qué iba a cambiar? Pues corrija su diagnóstico porque al parecer ha cambiado. Gunter Pauli rechaza en este informe también la economía verde, la ecologista, por onerosa e inviable, y propicia la economía azul, que quiere asegurar el ecosistema más allá de la preservación y yendo a la regeneración, una economía que “consiste en asegurar que los ecosistemas mantengan su trayectoria evolutiva de manera que todos podamos beneficiarnos del inagotable caudal de creatividad, adaptación y abundancia de la naturaleza”, pero que se apoya en los emprendedores y busca una “sostenibilidad independiente de subsidios o exenciones de impuestos”.
Dirá usted: ¡olé! Pues yo no estoy tan seguro. Para un libro que supuestamente elude el intervencionismo y plantea una alternativa nueva hay cosas que no encajan. No se explica bien, por ejemplo, la diferencia entre su modelo “que genera valor añadido para todas las partes interesadas”, y el mercado libre, que se define porque hace precisamente eso. Desconcierta la crítica global contra todas las fuentes de energía, empezando por la nuclear pero incluyendo la eólica, fotovoltaica o derivada del hidrógeno, y por supuesto la basada en recursos no renovables; pero entonces, y por volver al viejo disparate del Club de Roma: ¿cómo asegurar el suministro energético sin detener el crecimiento?
Lo peor del libro es su relación con las autoridades. Por un lado las ignora: cree que el modelo empresarial vigente produce paro, pero no dice nada del intervencionismo; tampoco cree, por ejemplo, que tuviera que ver con las burbujas financieras, resultado aparente de la irresponsabilidad de los ciudadanos corrientes. Habla varias veces de Zimbabue, pero nunca de Mugabe: los problemas del país se deben a sus colonos y no a su Gobierno. Y por otro lado las convoca. No clama abiertamente por ello, es verdad, pero veamos los mensajes de esta obra: “se está produciendo un cambio climático sin que haya una comprensión real de la urgencia de emprender acciones correctivas”; debemos “dejar de producir y consumir cosas que en realidad no necesitamos”; “los principios de la economía son los principios de la comunidad”, de ahí al ecosistema y de ahí al “esfuerzo cooperativo”. Ahora piense usted en los políticos que revisen este informe, que recojan este mensaje alarmista y colectivista, y que a la vez lean que esa economía azul no sólo salvará el planeta de la destrucción sino que además creará cien millones de empleos en diez años. Hay para colmo de bienes cien innovaciones concretas, incluidas en un apéndice. ¿Usted cree que con todos estos incentivos van a sentarse a esperar que los empresarios las aprovechen libremente? ¿No cree que, al contrario, impondrán esta fértil economía a golpe de leyes, regulaciones, prohibiciones, subsidios e impuestos? Pues eso.