Este es un libro breve y enjundioso [Ricos y pobres] que echa por tierra el aluvión de expresiones catastrofistas habitualmente vertidas sobre la desigualdad en la academia, la política y los medios de comunicación. Se nos asegura que la desigualdad es: fuerte, aguda, exponencial, letal, plaga, sin igual, de gran magnitud, drástica, una gran brecha, una emergencia social, etc. Los datos no avalan nada de esto, empezando porque la desigualdad se mantuvo más o menos igual durante el ciclo completo de expansión y recesión que analiza el profesor Julio Carabaña, de tal manera que en 2013, al final de la gran recesión, “la desigualdad era la misma que a comienzos de los noventa”. Y la desigualdad en las últimas recesiones “es menor que la estimada para antes de 1985”.
La evolución de las estadísticas permite desmontar viejos tópicos: “Aunque no es raro oír que la desigualdad ha aumentado durante la crisis porque los pobres se han hecho más pobres y los ricos más ricos, no hay ninguna fuente mínimamente rigurosa en que apoyar esta afirmación”. La evolución de los tramos de renta va con el ciclo: en la expansión hay más ricos y menos pobres, y en la crisis hay más pobres y menos ricos. Por tanto, la explicación de la desigualdad no tiene que ver con los malvados ricos que se enriquecen aún más: al contrario, los más ricos, el famoso y odiado 1 % de la población, vieron cómo su renta media caía un 9 % entre 2004 y 2011: “Las cifras no ofrecen base alguna para afirmar que hayan contribuido a aumentar la desigualdad durante la crisis”. “La desigualdad bajó en los noventa porque los pobres ganaron aproximadamente un 1 % de la renta total y ha subido con la última recesión porque han perdido algo más. Las rentas de los ricos influyen poco en los cambios en la desigualdad; en particular, durante la crisis, el 1 % más rico no ha influido en absoluto”.
La desigualdad se ha mantenido más o menos en niveles parecidos en Europa en las últimas décadas. Y en España se ha movido entre la de los países grandes europeos: Francia, Italia, Alemania y Reino Unido.
Están ahora todas las burocracias internacionales dando la tabarra sobre el enorme aumento de la desigualdad. Es el caso de la OCDE, “creyendo conveniente equilibrar su acusada imagen neoliberal con un toque igualitarista”, pero sus informes “son claramente exagerados”.
No acepta Carabaña dogmas tan repetidos como el que asegura que necesitamos igualarnos para prosperar: “Es imposible encontrar una regla que relacione los cambios en el crecimiento económico y en la desigualdad”. De hecho, hasta tiene la sensatez de cuestionar la supuesta perversidad del fenómeno en sí mismo: “hay poco peligro en dar por supuesto que la pobreza es mala, pero se corren graves riesgos cuando se hace lo mismo con la desigualdad”.
Algunos de sus datos corroboran lo que cabría predecir por puro sentido común: “la categoría que más contribuyó al aumento de la desigualdad durante la crisis fueron los parados”. Pero hay un hallazgo que no suele ser mencionado: los trabajadores por cuenta propia y su gran importancia a la hora de explicar la desigualdad: “es como cinco veces más probable encontrar a un asalariado entre los muy ricos que entre los muy pobres; y es dos o tres veces más probable encontrar a un empleado por cuenta propia entre los muy pobres que entre los muy ricos”. Sin embargo, “lo habitual es pensar en los empleados por cuenta propia en términos de grandes empresarios y capitalistas que aumentan la desigualdad por sus beneficios, no por sus pérdidas”. Las estadísticas indican que “los pobres que aumentaban y se hacían cada vez más pobres no eran solo salariados, sino también empresarios”.