Mi último artículo en La Razón, con el título: Dulces amargos
A nadie le amarga un dulce. O más bien, a nadie le amargaba. Con la hipertrofia de la intervención del poder político y legislativo en la economía y la sociedad habrá que cuestionar la sabiduría del viejo refrán. En efecto, los dulces que reparten las autoridades dejan a menudo un regusto amargo, y las subvenciones a los sindicatos son un ejemplo. En principio todo debería haber ido viento en popa: dinero de los contribuyentes canalizado en torrentes hacia las centrales sindicales, en particular UGT y CC OO.