Se entusiasmó Pablo Iglesias ante los disturbios producidos en Santiago y otras ciudades de Chile, y declaró: “Saludo al pueblo chileno”. He criticado su asombrosa asimetría, porque saluda a los pueblos según y cómo: no saludó antes al pueblo chileno cuando votó a Sebastián Piñera, y tampoco saludó al pueblo venezolano ni al boliviano en su lucha por la libertad y la democracia. Pero hoy me voy a centrar en una dimensión de los desórdenes: el ataque a las iglesias.