La fórmula del juramento presidencial en mi Argentina natal, que con algunos cambios sigue siendo la prescrita por la Constitución de 1853, incluye en sus pocas líneas dos referencias explícitas a Dios: “Juro por Dios nuestro Señor y estos Santos Evangelios, desempeñar con lealtad y patriotismo…. Si así no lo hiciese, Dios y la Patria me lo demanden”.
Lo tuve presente ante el discurso inaugural de Joe Biden, que recordó el Salmo 30 sobre la santidad de Yahvé: “Un instante dura su ira,/su favor toda una vida;/por la tarde visita de lágrimas,/por la mañana gritos de júbilo”. También aludió al libro del Éxodo (7, 13), pidiendo a sus compatriotas que “no endurezcan su corazón”.