Desde hace no menos de un siglo los economistas detectaron que el pensamiento de Adam Smith no está exento de matices ni de contradicciones. Por ejemplo, siendo un liberal defensor de la propiedad privada, sostuvo que al estar la tierra apropiada, entonces “los terratenientes, como todos los demás hombres, gustan de cosechar donde nunca han sembrado, y demandan una renta incluso por su producción natural” (La Riqueza de las Naciones, Libro I, capítulo 6).