El rasguido de la guitarra criolla, cuando la tarde se inclinaba, sollozando, al occidente, agitó el alma doliente de Pauper Oikos, que se dispuso a prestar atención. Y pudo oír una voz femenina que cantaba:
—Zamba, de mi autopista/amanecida como un querer/peaje, peaje del alma/que a veces muere sin florecer.
No cabía duda: era su amiga, la ministra de Fomento, la célebre folclorista argentina Julia Elena Abalorios. El reportero optó por la ironía:
—No me vas a contar ahora el cuento de que gracias a los socialistas las autopistas van a ser gratuitas porque vais a quitar sus peajes cuando acabe la concesión. ¿Verdad que no? ¿Habéis calculado el coste para el Estado, es decir, para los ciudadanos?
—Mira, hay dos costes. Uno directo, el que supone la conservación y el mantenimiento de esas vías, que hemos evaluado entre 50.000 y 68.000 euros por kilómetro al año. Y un coste de oportunidad, que es el que supone dejar de cobrar los peajes porque cabría la posibilidad de que en lugar de la concesionaria fuera el Estado el que siguiera cobrando, como está ocurriendo con las radiales rescatadas. Pero hemos decidido que se libere el peaje.
—Liberar, qué bonita palabra —suspiró Pauper Oikos—. Si fuera verdad. Pero es mentira y lo sabes. Todo se paga, y las autopistas también. La cosa se os va a complicar con este precedente, cuando vayan venciendo las demás concesiones.
—Eso es cierto —reconoció la ministra pampeana—. En algún momento, en la medida en que la red pública se vaya aumentando, habrá que plantearse una reflexión sobre los costes de mantenimiento de esta red.
—Me pregunto cuál fue el primer político que para eludir un problema recurrió a eso de “plantearse una reflexión” —apuntó el reportero de Actualidad Económica, insistiendo en el sarcasmo.
—Tú no entiendes nada, como siempre. Te lo explicaré muy sencillamente: tenemos que conseguir votos, y no está la cosa fácil. Es decir, no hay otra salida que acentuar la mentira, la propaganda y la demagogia. ¿No has sentido vergüenza ajena con el jaleo que montamos inaugurando el AVE a Granada? Es un buen resumen de la situación. Hicimos el ridículo pretendiendo apropiarnos en exclusiva de la obra, pero en nuestras circunstancias resultaba imprescindible. Igual que es indispensable intoxicar a la población con el supuesto regalo de la “liberación” de los peajes, que naturalmente es un camelo. En suma, somos unos ciclistas en busca de una meta, no volante sino votante. Y no podemos dejar de pedalear, al coste que sea.
Hablando de costes, Pauper Oikos comprendió que había que cantar otra zamba, la mucho más claramente fiscal Sapo pagadero. Y se arrancó:
—Sapo contribuyente,/en la laguna doliente.
—Es dura la investidura —replicó la gaucha progresista, experta en trucos y pareados.