En la inerte soledad estéril del desierto socialdemócrata, donde no vive una idea nueva desde la caída del Muro de Berlín y la crisis del Estado de bienestar, se oyó una voz profunda que advertía:
—Un elemento constitutivo de la Unión Europea es la economía social de mercado.
Pauper Oikos comprobó que quien así hablaba no era un ordoliberal sino el viejo líder socialista francés, Philippe Filèse.
—O sea que ahora os apuntáis a la Escuela de Friburgo —masculló con sarcasmo.
—Recuerda que nosotros no somos comunistas sino socialistas —corrigió el galo—. Defendemos el mercado, pero con correcciones sociales. Ahora vemos una especie de reacción que me da hasta apuro. Me da cierta vergüenza que desde Davos adviertan de que las desigualdades plantean problemas de sostenibilidad del modelo. ¿Ahora hacen una reflexión sobre lo que supone la dimensión social de la economía de mercado, sobre los elementos de redistribución más igualitaria que implica esa dimensión social?
—El verdadero problema de sostenibilidad lo tenéis vosotros —dijo el reportero de Actualidad Económica—. Resulta que mucha gente ya no se traga el bulo de que la desigualdad es malísima y que lo bueno y perentorio es que vosotros la corrijáis crujiendo todavía con más impuestos a los trabajadores.
—Lo dicen hasta en Davos.
—Davos ha sido siempre un altavoz de la corrección política, y no un Think Tank liberal.
—El problema de fondo permanece —insistió Philippe Filèse—. El modelo de economía financiarizada e interdependiente de la globalización está creando mayor desigualdad. No es que el modelo no funcione en la crisis; es que el modelo, cuando crece, también es un modelo desigual. Y es responsabilidad de la política dar una respuesta.
Pauper Oikos se alarmó:
—Lo que tú llamas respuesta es lo de siempre: recortar derechos y libertades. Lo que está creando la globalización liberal es prosperidad y unas enormes posibilidades de comunicar ideas, entre ellas la que más os preocupa: la de que el socialismo en un camelo agotado.
—Tenemos cada vez más limitaciones para redistribuir —reflexionó el veterano dirigente socialdemócrata—. ¿La política puede actuar sobre eso? Claro. ¿Puede actuar sobre los mercados? Debe actuar sobre los mercados. Siempre he defendido que es peligroso confundir una economía de mercado con una sociedad de mercado. La sociedad de mercado, que convierte al ser humano en mercancía, es brutal.
—Lo que es brutal es la sociedad de no mercado, es decir, la socialista —sostuvo el reportero—. Y lo que tú llamas “limitaciones para redistribuir” es simplemente el pueblo que no quiere pagar más. ¿Por qué no cambiáis el discurso hacia el liberalismo y el patrón oro, que defendieron los socialistas, como Juan B. Justo, hace un siglo?
Philippe Filèse concluyó:
—Los ciudadanos deben decidir si quieren destinar parte de sus ingresos a un nuevo pacto social. Te puedes encontrar con la sorpresa de que te digan que no, que no están dispuestos a pagar.
—¿Sorpresa? —preguntó Pauper Oikos, enseñando sus bolsillos vacíos.