Marie d’Aville Plaine, lideresa del feminismo francés, proclamó:
—Las mujeres no vamos a tolerar faltas de respeto ni un minuto más.
—¡Así se habla! —aplaudió Pauper Oikos—. Ya está bien de tanto acoso antiliberal a las mujeres, de impuestos y regulaciones, de cuotas degradantes y de recomendar la servidumbre política de las mujeres, de tratarlas como ha tratado siempre la izquierda a los trabajadores, es decir, como moneda de cambio electoral y sin respeto alguno. ¡Viva la libertad!
La distinguida francesa le aclaró las cosas:
—No has entendido nada. Nosotros queremos la igualdad socialista, es decir, la igualdad a la fuerza, mediante la ley. No queremos esperar 50 años más a que se cierre la brecha salarial, no queremos seguir trabajando gratis, no queremos que el trabajo de los cuidados lo hagamos 100% las mujeres y sin cobrar. No estamos dispuestas a seguir sufriendo las consecuencias de un modelo que durante siglos ha hecho de lo masculino un valor preponderante y de lo femenino un valor subordinado. ¡Ni una falta de respeto más!
—El socialismo es la máxima falta de respeto a las mujeres —objetó el reportero de Actualidad Económica—. Y esto vale para todas las variantes del socialismo, incluido el supuestamente vegetariano de Warren Sánchez, que lo primero que quiso hacer fue empobrecer a las mujeres, encareciéndoles el diésel.
Entonces intervino José del Mónico Pibón, el periodista políticamente correcto, que le aconsejó:
—No debes discutir con ella, que es un ejemplo del feminismo progresista, y ha ido rompiendo techos de cristal allá por donde ha pasado.
—¡Pero si no tiene ni la menor idea de lo que es trabajar en una empresa!
—¿Y tú crees que muchos líderes políticos la tienen, sean mujeres u hombres? —comentó José del Mónico, con sorna—. Déjate de fantasías liberales, porque esto es lo que hay. Y piensa que si los liberales no aceptáis este feminismo progre, la alternativa será mucho peor. Por ejemplo, vendrá el ecofeminismo, que es aún más anticapitalista, antiliberal, antimercado, y aún más radical en su idolatría de lo colectivo sobre la libertad y los derechos individuales de las mujeres. Ojo, porque si os quejáis de esto, no sé qué diréis cuando se impongan los dislates radicales conforme a los cuales la maternidad es una trampa y el respeto máximo lo deben tener los animales. Hembras, claro. Por lo tanto, cállate y sonríe.
Como si fuera una coda, Marie d’Aville Plaine anunció, con los ojos en blanco:
—Sin igualdad no hay democracia. Hace falta un pacto social de generaciones, de instituciones, y de hombres y mujeres.
Pauper Oikos decidió tomárselo con sentido del humor, y los invitó a marcharse cantando el himno feminista liberal, que empieza así: Allons enfants et petites filles libérales!