Pauper Oikos oyó una voz profunda y filosofal:
—Hay quien se opone a culminar el Estado autonómico en un modelo federal y no se da cuenta de que estamos cayendo en una especie de “bilateralismo confederal” que genera desigualdades y desbarajustes.
Era Nicolasa Teufelsdröckh, la célebre pensadora alemana de la Universidad de Kiel, que los envidiosos británicos llamaban even keel por su tendencia al equilibrio y la armonización. Pauper Oikos respondió:
—El nacionalismo centrífugo parece haber tomado más impulso en democracia.
—Nuestra Constitución fue un avance histórico de descentralización del poder político, que la doctrina ha llegado a calificar de “cuasi federal”. Pero en la política, como en la vida, no se puede ser siempre “cuasi algo” sin pagar un precio. Se les ha dicho a los ciudadanos que no hay diferencia entre la autonomía y la federación y esto no es verdad.
—Pero si los nacionalistas independentistas rechazan el Estado autonómico, ¿cómo quieres que acepten el Estado federal? —preguntó el reportero de Actualidad Económica.
—Pagando, tío, pagando —dijo la ilustre profesora, con una carcajada—. No, en serio, debes reconocer que la crisis económica y la desigualdad han fomentado los nacionalismos y antieuropeísmos, que se extienden por toda Europa. ¿Podemos quedarnos estáticos? La Constitución de 1978 es lo mejor que hemos hecho en nuestra historia y sigue siendo válida en lo fundamental, pero conviene ponerla al día. La fortaleza del Estado depende, en esencia, de la cohesión social y de la territorial que son, en mi opinión, inseparables. Ambas son las que hacen fuertes a las instituciones al lograr una sólida adhesión de la ciudadanía a las mismas. Reconozcamos que, hoy por hoy, no pasan por su mejor momento.
—Tiene gracia que lo reconozcas, como si no fuera obvio —se burló Pauper Oikos—. Lo que me asombra es que no reconozcas la dimensión económica de todo esto: por un lado, las fuerzas separatistas no se calman con dinero, y, por otro lado, a los ciudadanos no independentistas difícilmente los vas a atraer crujiéndolos con más impuestos en aras de la famosa cohesión social.
Nicolasa Teufelsdröckh incurrió entonces en un hábito típicamente hegeliano, y se puso estupenda:
—Debemos culminar nuestras autonomías en un federalismo social que debería reconocer a ciertos bienes sociales como la sanidad, las pensiones, o la vivienda, como derechos fundamentales. Un federalismo insertado en una UE abocada a federarse si quiere afrontar con éxito las actuales amenazas disolventes. La reforma que se propone no obedece a un fenómeno secesionista sino a una necesidad nacional. Sin embargo, es más que probable que una parte de los que hoy pregonan la independencia apoyarían un proyecto en común más social y más federal.
Pauper Oikos corrió a comprar un telescopio, que le podía servir para encontrar el planeta de donde había venido la sabia Teufelsdröckh, o si para buscar un planeta adonde refugiarse si su federalismo social finalmente llegara a concretarse.