Pauper Oikos se encontró con su amiga, la profesora María Luisa Hermosilla Pistolita, paradigma del pensamiento convencional, que le espetó:
—Es un error llamar bienestar al crecimiento.
—El error será llamar bienestar al decrecimiento.
—No digas sandeces —le reprochó la catedrática—. El nivel medio de renta ya ha alcanzado en España los niveles previos a la crisis, pero los indicadores de desigualdad siguen estando lejos de lo que había antes: es un problema importante y debería ser el objetivo último de la política económica.
El reportero consideró el asunto y dijo:
—Sí, el objetivo último que se os ha ocurrido para crujir con todavía más impuestos a las trabajadoras. Mira, no se trata de cultivar el fetichismo del PIB, como dice Stiglitz. Todos sabemos que el PIB tiene defectos y que los indicadores de bienestar son múltiples. Puedes ver los informes de la ONU, o los trabajos de Leandro Prados de la Escosura. Lo que resulta sospechoso es cómo el pensamiento único, una vez constatado que eso de que la gente no prospera es un camelo, le da la vuelta al argumento y asegura que, como el crecimiento es desigual, entonces el Estado tienen que intervenir todavía más para alcanzar por fin el bienestar. Como si la desigualdad fuera esencialmente mala: sabes que no lo es, salvo que sea impuesta por el poder político, privilegiando a unos grupos sobre otros.
—Si solo nos fijamos en el PIB per cápita, la distancia de España con respecto a la UE es de 7,5 puntos. Pero si utilizamos indicadores de desigualdad, España queda doce puntos por debajo de la UE. Debemos ponderar la renta media con un indicador de la desigualdad, de modo tal que cuanto mayor sea esta última, menor es el bienestar al que da lugar el crecimiento de esa renta media. Así, en ausencia de intervenciones redistributivas más ambiciosas, tanto en el ámbito de la regulación como en el sistema de impuestos y prestaciones, será muy difícil que el bienestar social aumente.
—Fantástico —exclamó Pauper Oikos—. Siempre tendrás una excusa para subir los impuestos, porque siempre habrá una forma de “probar” que la desigualdad aumenta y que, por tanto, el Estado debe intervenir.
María Luisa Hermosilla Pistolita era catedrática, es decir, no se iba a dejar convencer:
—Se necesitan políticas públicas que afecten a los mecanismos de formación de los precios en los mercados y que proporcionen un balance más equilibrado del poder entre los agentes económicos, como la posible reconsideración de la política de rentas, la definición de objetivos distributivos explícitos en la política de competencia o el refuerzo de las instituciones que representan a los diversos agentes sociales.
Ante tamaña combinación de comunismo y fascismo, Pauper Oikos decidió dar la batalla por perdida, y le propuso a su amiga que se marcharan juntas a poner una Piketty en Flandes.