Pauper Oikos comprendió que la moda de los cocineros había superado todo límite cuando se encontró con el Che Chef Guevaraf, que le anunció, mientras se disponía a cocinar la libertad al horno:
—El revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor.
El reportero de Actualidad Económica se limitó a repetir algunas frases famosas de Guevaraf:
—Fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. ¿Hacer la revolución sin disparar tiros? ¿Estás loco? El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa al ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así. ¿Quieres que siga?
—Me da igual —replicó desdeñoso el Che de los fogones—. Yo sigo siendo el ideal de los jóvenes anticapitalistas. ¿Qué culpa tengo yo de tener la sangre roja y el corazón a la izquierda?
—Es verdad que mantienes una buena imagen en la ultraizquierda —reconoció Pauper Oikos—. Sin embargo, es una imagen que se ha ido deteriorando lentamente, aunque demasiado lentamente para un salvaje que proclamó: “He jurado delante de una estampa del viejo y llorado camarada Stalin que no descansaré hasta que vea aniquilados a esos pulpos capitalistas”.
El Chef puso el horno al máximo y apuntó:
—Stalin murió en la cama, como Fidel Castro, Mao, y otros criminales comunistas. A mí me mataron, y por eso puedo renacer convertido en cocinero progresista o antirracista.
—Naturalmente —sentenció el reportero con sarcasmo—. Te presentas como antirracista cuando dijiste, con todas las letras, lo siguiente: “Los negros, los mismos magníficos ejemplares de la raza africana que han mantenido su pureza racial gracias al poco apego que le tienen al baño”.
—Pobre Pauper, valga la redundancia, no te enteras —sonrió el cordon bleu o más bien rouge—. No es solo mi muerte lo que me hace vivir y perdurar, sino también los ideales antiliberales, que toda la sociedad repite sin cesar, desde el primero de los púlpitos hasta la última de la cátedras, pasando por todos los medios. Los valores respetados son los nuestros: ¿o acaso no has visto la hostilidad a la propiedad privada? Claro que la has visto, secundada desde los comunistas hasta el Papa. Y lo mismo sucede con el medio ambiente, las mujeres o los homosexuales. Y no vale que me recuerdes que los comunistas hemos sido los más contaminadores, los más machistas y los más homófobos. La clave es que somos anticapitalistas: eso nos salva. Por eso, a pesar de nuestros brutales genocidios, yo dije y digo: “El capitalismo es el genocida más respetado del mundo”.
Pauper Oikos intentó una última defensa:
—También dijiste: “Bolivia es el mejor país para hacer guerra de guerrillas en América”.
El Che Chef Guevaraf, por toda respuesta, cerró la puerta del horno.