La “batería de medidas fiscales” de Warren Sánchez para pagar las pensiones era en realidad un pelotón de fusilamiento de la clase media, congregada al amanecer en la Moncloa.
El vicepresidente del Gobierno, Fray Próspero Piloso, y la secretaria de Estado de Seguridad Social, Octavia Madura, velaban armas para ejecutar a los contribuyentes.
—¡Por favor, no más impuestos, porque Barbie nos dejó en las últimas y Warren nos va a terminar de rematar! —clamó un escuálido trabajador.
—Los impuestos los pagarán las empresas, sobre todo las tecnológicas y las más contaminantes, la banca, el diésel y los residuos plásticos —se defendió Octavia.
—El diésel y los residuos no pagan impuestos. Todo lo va a pagar la gente —protestó Pauper Oikos, con los brazos extendidos.
—Igual que el destope de las cotizaciones —añadió una autónoma debilucha.
—Igual que con la famosa “armonización” entre las autonomías, con la que aspiráis algún día a sangrar mediante Patrimonio a la gente que no lo pagaba —concluyó una pequeña y triste empresaria.
Octavia Madura y Fray Próspero Piloso comprendieron que había que hacer algo. Desde luego, no bajar los impuestos, eso nunca, porque no sería un socialismo genuino. Se les ocurrió una vieja idea de izquierdas: la diversión.
—Destoparemos la base máxima de cotización de la mano de una subida de ná, una subida chiquitita sabes muy bien que somos progresistas. Y vamos a pedir mayor contribución a la sociedad española —anunció Octavia.
—¿Pedir? ¿Cuándo habéis pedido algo los socialistas? Los socialistas solo sabéis exigir —objetó Pauper Oikos.
En el gabinete de Warren siempre su guardaban un as en la manga. Y lo exhibió Fray Próspero:
—Los impuestos que impondremos serán los que menos distorsionen la actividad económica. De hecho, no subiremos los impuestos: vamos a buscar el equilibrio entre ingresos y gastos que proteja la igualdad de los españoles.
Empezaron a extenderse las sonrisas incrédulas, incluso entre los condenados. La secretaria de Estado invitó a Fray Próspero Piloso a que se luciera en su mendacidad y le dijo:
—Con ese camelo estuviste bien. Pero cuando alcanzaste niveles prodigiosos fue cuando te preguntó Luis Ángel Sanz en la entrevista en El Mundo si la demagogia de Warren con lo del Aquarius igual podría provocar un efecto llamada…
—Sí, qué bien estuve —interrumpió Fray Próspero—. Y se me ocurrió a mi solito, como cuando anuncié que el dinero público no era de nadie. Con toda la cara, igual que cuando aseguré que los socialistas no íbamos a subir los impuestos, dije que los de Warren no teníamos nada que ver con el efecto llamada. Más aún, ricé el rizo y sostuve que el efecto llamada lo producen los que hablan del efecto llamada.
La ráfaga tributaria ahogó la carcajada general.
Mientras Pauper Oikos y los demás contribuyentes se desangraban en la montaña del Príncipe Impío, las dos estrellas del equipazo y equipaza de Warren Sánchez volvieron a Palacio, muy satisfechas porque, al revés que en 1808, en esta oportunidad habían masacrado a tantas mujeres como hombres. La igualdad progresista es lo que tiene.