En busca del fantasma que recorrió Europa, se topó Pauper Oikos con Karl Marx, nada menos, vuelto a la vida en este año 2018, tras tantas celebraciones a propósito del bicentenario de su nacimiento.
—No sé qué hacer —confesó el pensador alemán—. Todo el mundo me ha pedido en estos años, especialmente tras la caída del Muro de Berlín, que haga testamento. Pues bien, aquí estoy, dispuesto a hacerlo. Pero ¿qué puedo poner?
—Muy fácil —respondió el reportero con infinito sarcasmo—. Ponga usted las tres palabras con que Richard Pipes resumió el legado de la revolución comunista: “millones de cadáveres”.
Marx iba a responder hablando, por supuesto, de la maldad del capitalismo, cuando irrumpió en la escena la socióloga italiana Ana Sciocca Pelata, que le advirtió así:
—¡No digas nada, camarada! A estas alturas de la película las izquierdas no podemos negar el carácter radicalmente genocida del comunismo, porque no puede ser casual que todos y cada uno de los países donde se aplicaron tus ideas resultaron catástrofes políticas y económicas.
—Pero, entonces, ¿qué hago? ¿me rindo?— preguntó Marx, agobiado.
—Nada de eso —lo tranquilizó la profesora—. Escribe: debes poner que tu legado es contradictorio: pasa rápidamente por encima de los cien millones de asesinados y te haces fuerte en lo que tienes razón, por ejemplo, las crisis periódicas del capitalismo te reivindican.
—Ah, claro, entonces viene a ser como Hayek —dejó caer Pauper Oikos, que se resistía a abandonar su actitud sardónica.
—También continúa prevaleciendo tu análisis estructural de clase, que permite refutar el modelo neoclásico idealizador del mercado.
Pauper Oikos se negó a aceptar este disfraz de Marx de economista liberal austriaco, una reencarnación de von Mises. Pero Ana Sciocca Pelata lo ignoró y siguió dictándole al atribulado Marx:
—Pon que el consumismo viene a ser como la teoría marxista de la alienación y que tus seguidores apoyaron los movimientos emancipadores. Haz un guiño a los ecologistas, grandes herederos del socialismo, pretendiendo pedir disculpas por tu determinismo del progreso tecnológico, lo que te llevó a ignorar la destrucción ambiental que habría de provocar el malvado capitalismo. Y, por fin, defiende tu paradigma infraestructural, la determinación en última instancia del comportamiento individual y colectivo por la posición ocupada en la estructura social.
—Qué disparate —protestó el reportero de Actualidad Económica.
—De disparate, nada: fíjate en los neoinstitucionalistas. Ellos también son marxistas. Hasta los liberales deberíais reconocer que hoy todos somos marxianos sin por ello parecer marcianos. El análisis histórico…
Pero la distinguida socióloga no pudo continuar con sus desmanes teóricos. La interrumpió el mismo Karl Marx, que al oír la palabra “histórico” no pudo con su alma, se incorporó entusiasmado y exclamó:
—¡La historia, siempre la historia! ¡La historia me absolverá!
—Como dijo Fidel Castro —recordó Ana Sciocca Pelata.
—Y Hitler —aclaró Pauper Oikos, batiéndose en retirada.