Tras la salida precipitada de Barbie de la Moncloa, en el Partido Popular comprendieron que necesitaban un cambio radical para recuperar los millones de votos perdidos entre saqueos y cobardías. Puestos a ser radicales, ¿hay algo más radical que un ruso? Sí, una rusa. Y así fue como, tras algunas trancas y más barrancas, y algunos dimes y más diretes, la joven Pavlova Zhenat Belyy se hizo con la presidencia del PP.
El asunto, como dicen al otro lado del Atlántico, ameritaba una entrevista, y Pauper Oikos fue a entrevistar a la lideresa en su nueva dacha de la calle Génova. Para prevenirla de que no se trataba de coser y cantar, le regaló una matrioshka.
—Tú siempre tan simpático, Pauper —sonrió—. Pero mira que regalarme una muñeca rusa precisamente a mí…
—Es un símbolo de las declaraciones del PP: dicen una cosa, pero enseguida descubres que dentro hay otra diferente, y dentro otra más, y…
—Bueno, vayamos a la entrevista —interrumpió Pavlova Zhenat Belyy—. Supongo que te gustará que hayamos protestado contra la subida de impuestos de Warren Sánchez.
Pauper Oikos iba a contestar, pero un galgo ruso, que no era para liebres, y que estaba sentado a los pies de la presidenta, se puso a ladrar. Una vez que hubo terminado, el reportero dijo:
—Puedes recordar todo el rato que te gusta Hayek, pero lo cierto es que el PP prometió dos veces bajar los impuestos, y mintió las dos veces. Dime una cosa: ¿por qué los quieres bajar?
—Porque si hay impuestos bajos se activa el círculo virtuoso de la economía, porque la gente tiene más dinero —replicó la Zhenat Belyy, cuando el galgo terminó de ladrar—. Y si tiene más dinero consume más, hay más actividad y por tanto más empleo.
—Cuánto daño ha hecho la macro cañí —se lamentó el reportero de Actualidad Económica—. Si el consumo garantizara la actividad económica, jamás habríamos entrado en crisis en 2007.
Viendo que la Pavlova no respondía, Pauper Oikos volvió a la carga:
—Hay un punto que nunca aclaras. Está muy bien que quieras bajar impuestos, pero ese discurso no tiene realmente recorrido si no presentas un plan de disminución del gasto público. A ver, ¿dónde lo recortarías, para poder moderar el saqueo fiscal sin que te explote el déficit? Y, por favor, elude a Laffer y también el camelo de “reduciremos el gasto superfluo”.
La rusa se dedicó a prestarle toda su atención a la muñeca ídem, la abría, la cerraba, la volvía a armar y a desarmar. El reportero concluyó:
—¿No lo ves? No tienes ningún discurso coherente sobre el gasto público. Por lo tanto, estamos en lo de siempre: mucho blablablá, y nada más. Esa es la solidez de vuestra propuesta de bajada de impuestos.
El galgo prorrumpió nuevamente en ladridos, y Pauper Oikos, irritado, preguntó:
—¿Por qué ladra este perro cada vez que hablamos de impuestos?
La lideresa sonrió y respondió:
—Es el perro de Pavlova.