Nuestra ingratitud no tiene límites, y persistimos en dar la espalda e incluso criticar a los que, en su infinita bondad, sólo piensan en nosotros y en nuestros derechos.
Beatriz Gimeno, que es diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid, y feminista, publicó un artículo en El País contra los llamados vientres de alquiler. Como tema delicado que es, con relevantes facetas morales, resulta lógico que haya puntos de vista diferentes sobre el asunto. Hoy sólo analizaré el argumento que utiliza la licenciada Gimeno para oponerse a lo que llama “mercado de vientres”. Y ese argumento es: la maldad del capitalismo.
Dirá usted: no pasa nada, todo el mundo es anticapitalista, desde los comunistas y los fascistas hasta el Papa. Efectivamente, es verdad, y proliferan los bondadosos que denuncian la mercantilización y el neoliberalismo, y más aún en lo que toca a las mujeres, cuyos cuerpos, como dice la señora Gimeno, “no pueden convertirse en objeto de compraventa”.
Hay que evitar la compraventa, porque, por ejemplo, comprar sangre “no es un derecho de nadie”.
Los verdaderos derechos no son suyos, señora
Usted igual afirma que cualquier persona que quiera libremente vender su sangre debería poder hacerlo. Pero entonces viene la pregunta: ¿qué cosa es un derecho para doña Beatriz Gimeno? “Los auténticos derechos son vivienda, trabajo, sanidad, etc.” Es decir, los llamados derechos sociales, o sea, todos los derechos conferidos por el Estado y que exigen la coacción política sobre los derechos individuales, empezando por su derecho, señora, a disponer de su dinero libremente.
Ahí está la clave: el asqueroso dinero. Ojo: su dinero es asqueroso cuando usted lo gasta o lo cobra voluntariamente, pero no es asqueroso si viene el Estado y se lo quita a la fuerza. Ahí está estupendamente: fuera su bolso, señora, y en la cartera del poder.
Esa es la línea argumental de doña Beatriz, que, por cierto, está a favor de que usted done sangre, sólo se opone a que la venda. Y, atención, también está a favor de que una mujer done su cuerpo para una gestación: está en contra de que cobre por ello. Pero ¿qué le importa si una mujer cobra y otra paga? El argumento es muy interesante: dice que, si uno paga, entonces uno convierte un deseo en un derecho, y esto no puede ser, porque en ese caso “avanzamos rápido hacia la consolidación del único derecho que reconoce el capitalismo: el derecho a consumir”.
Ahora sí que está claro: no podemos contratar libremente, es más, es imposible que esto se haga porque el vendedor nunca vende así: “Siempre que alguien reivindica su derecho a comprar, en un mundo de desigualdad brutal como es este, lo que está haciendo es exigiendo que alguien le venda eso mismo que desea. Siempre que se abre un mercado, lo que se hace es obligar a los pobres a entrar en él y a vender lo que nunca venderían de no verse en situación de tener que hacerlo”.
Es la clásica bondad marxista: como no somos libres, entonces ¿para qué vamos a defender la libertad? Mejor que venga la casta bondadosa y nos expropie y someta, por nuestro bien. En especial a usted, señora, que es mujer, y que comprende que, como dice la señora Gimeno: “las mujeres llevamos en el mercado (simbólico y material) desde el minuto uno del patriarcado y del capitalismo”.
Igual usted protesta, alegando que los defectos del capitalismo empalidecen frente a los del no capitalismo; que las dictaduras comunistas, efectivamente, no permiten el derecho a consumir; que el paraíso de la igualdad, donde nadie está en situación de necesitar nada, es realmente el infierno de la miseria y la opresión; y que si hay algo realmente patriarcal es el socialismo, no el capitalismo.
La separación de poderes es facha
Pero en verdad lo que sucede es que somos incapaces de reconocer la bondad de quienes quieren violar nuestros derechos, porque aún creemos, ignorantes que somos, que tenemos derechos, que son nuestros y que nadie nos los puede quitar. Aún creemos en Montesquieu, y en la idea de que para preservar derechos y libertades el poder tiene que ser contenido por frenos y contrapesos. Porque creemos que la libertad no depende de la forma del poder sino de sus límites.
No nos enteramos de nada. Por suerte, nos lo aclaró otra ilustre representante del Partido del Amor. Gloria Elizo, diputada de Podemos y licenciada en Derecho, nada menos, declaró que la sentencia del caso Nóos le parecía “políticamente insuficiente”. Políticamente. ¿Es que todavía no lo entiende usted?
(Publicado en El Espectador Incorrecto, Nº 4, abril 2017, con Actualidad Económica.)