Pauper Oikos encontró a Paulita Naródnika aferrada a un eventual sillón ministerial:
—¡No nos moverán! —aulló la lideresa populista.
El sagaz reportero comprendió que su amiga estaba algo alterada, y pensó en distraerla hablando de economía. Le preguntó:
—¿Qué grandes transformaciones económicas debemos impulsar en esta nueva legislatura?
—No podemos seguir olvidando por más tiempo la actual emergencia climática. Hay que descarbonizar, impulsar energías renovables y la movilidad eléctrica. Estas inversiones ayudarían además a sortear la desaceleración, apuntalando la creación de buenos empleos. Necesitamos más gasto en infraestructuras, en educación, en dependencia y en reducir la brecha salarial que sufren las mujeres. Hay que reducir la desigualdad: ninguna transformación económica será social y políticamente sostenible si no camina de la mano de una mayor equidad. Los costes de vivir en sociedades tan desiguales están muy documentados: la desigualdad conlleva una insuficiencia estructural de demanda, con pérdidas de crecimiento potencial, polarización política y desafección social. Contamos con instrumentos diversos, pero la profundidad del problema exige un planteamiento integral: por un lado, necesitamos cambios en las políticas de redistribución, con la articulación de un auténtico sistema de ingresos mínimos y una mayor progresividad fiscal. Pero, además, debemos transformar nuestro modelo de predistribución, con un reequilibrio de la negociación colectiva en el mercado laboral.
El reportero musitó: “Keynesianismo cañí”, y apostilló:
—Eso no crea empleo y, en cambio, aumentará el paro y empobrecerá a la clase trabajadora, porque ni tú ni nadie se cree que bastará con la progresividad fiscal castigando a los millonarios. Crujiréis a la gente, como siempre.
—Claro que no: acabaremos con la reforma laboral y con la temporalidad. Y con la austeridad fiscal, que nos ha llevado a un callejón sin salida. Hemos de atrevernos, a plantear nuevas miradas.
—¡Pero si vuestras miradas son viejísimas! Seguro que queréis impulsar una política industrial activa…
—Evidentemente. Pero fíjate que hoy día incluso economistas mainstream alertan frente a la obsesión por seguir reduciendo los déficits públicos una vez que estos han entrado ya en zona de control, como en España. Los recortes del gasto público tienen efectos negativos sobre la actividad económica, y acaban, por tanto, dificultando la reducción de la ratio deuda-PIB. Pero además debemos aprovechar el contexto actual para financiar a tipos bajos programas de inversión que sean social y económicamente rentables, como las inversiones verdes y moradas. Por ello, los ingresos que se obtengan de una reforma fiscal no deben destinarse a reducir aún más el déficit, sino a impulsar estas inversiones.
La colección de onerosos dislates populistas parecía no tener fin. Pauper Oikos regaló a Paulita Naródnika un ejemplar de Austerity. When It Works and When It Doesn’t, de Alberto Alesina et al., y se marchó corriendo a poner a salvo sus escasos ahorros.