Pauper Oikos fue abordado por Isabel Espineta, la reina del pensamiento único, que le dijo, burlona:
—Vade retro, liberales. Los socialistas tenemos esperanzas renovadas.
—No me extraña —replicó el reportero, imitando el tono mordaz de Espineta—. Como lo que hacéis es un fracaso siempre, estáis todo el rato reinventándoos. ¿Qué se os ha ocurrido ahora?
—Los millenials son los nuevos socialistas.
—Me lo temía.
La reina del progresismo soltó una carcajada y dijo:
—Es verdad. En Estados Unidos el temido término ‘socialista’ ya no es tabú entre los jóvenes. Son críticos con la brecha de desigualdad y el ‘statu quo’ y han encontrado su voz en Alexandria Ocasio-Cortez. El socialismo ahora habla inglés. Si se hubiera escrutado únicamente el voto de los menores de 25 años en las últimas elecciones legislativas británicas, el Partido Conservador no hubiera obtenido ni un solo escaño en la Cámara de los Comunes. El voto de los jóvenes, que ya había sido mayoritariamente contrario al Brexit, fue en masa al Partido Laborista. Y a pesar de sus muchas diferencias, en Estados Unidos encontramos una tendencia parecida. Un sondeo de Gallup muestra cómo el 51% de los jóvenes tiene una visión positiva del socialismo.
—Es notable que no sean más.
—Lo notable es que suceda allí, porque Estados Unidos es el único país desarrollado donde no ha existido nunca una tradición socialista propiamente dicha.
Pauper Oikos reflexionó sobre esto y argumentó:
—Lo que pasa es que la izquierda política se agrupó dentro del Partido Demócrata. Pero socialistas hubo siempre, fuera de la política partidista, y su influencia resultó fundamental. Piensa en los periodistas, apoyando las dictaduras comunistas desde John Reed en adelante. No hay revolución socialista que no haya sido tontamente saludada por el New York Times. ¿No recuerdas los reportajes sobre China y Cuba? Mira, puedes leer Political Pilgrims, de Paul Hollander, y pensar en por qué La rebelión de Atlas es una novela norteamericana.
—Los nuevos socialistas millenials no son marxistas —protestó Isabel Espineta—. Tampoco tienen un programa claro, pero desde luego comparten las premisas fundamentales de la izquierda del Partido Demócrata: crítica a la desigualdad social y las medidas fiscales adoptadas a favor de los que más tienen; la acusación a los hiperricos y a las grandes empresas de haber desatendido sus obligaciones comunitarias; y exigencia de programas sociales expansivos.
—Y los demás camelos también —apuntó el reportero de Actualidad Económica—. Se adueñan del feminismo, del antirracismo, de los homosexuales, del medio ambiente, y de cualquier identidad que haga olvidar el criminal socialismo real y la onerosa socialdemocracia. Y encima con el gran bulo fundamental y repetido de la izquierda: lograréis el paraíso y todo lo van a pagar…
—Claro que sí, ¡los ricos! —interrumpió Isabel Espineta—. Hay que apuntar a las grandes fortunas, a las que Ocasio, por ejemplo, querría imponer un tipo fiscal del 70%. Aquí la clase media, cuyos salarios apenas se han movido en términos relativos desde hace cuatro décadas, debería ser también parte de la coalición.
—Es precisamente la clase media la principal víctima de vuestras fantasías —murmuró Pauper Oikos, mientras canturreaba: The answer, my friend…