Empecé en el periodismo en España hace más de treinta años en ABC. Los cambios que ha registrado la forma en que los periodistas ejercemos el oficio han sido tan grandes que el tiempo transcurrido no parecen treinta sino trescientos años.
Se lo cuento a veces a mis alumnos y a los colegas jóvenes, y me miran, estupefactos. Yo escribía mis artículos a máquina en unos folios con márgenes marcados por el periódico, y los llevaba en mano a la entrada de la calle Serrano. Allí estaba el diario, pero no sólo la redacción sino todo, las rotativas y todo lo demás. ABC se imprimía mirando el Paseo de la Castellana.
Comprenderá usted que ya este breve relato suscite asombro. Primero, porque la juventud, si sabe qué cosa es una máquina de escribir, desde luego no la usa, y para los de mi época era un artilugio indispensable. También suena más que raro escribir en folios especiales y transportarlos físicamente a una redacción. Y a cualquiera con conocimientos superficiales de economía le resultará difícil de creer que hubiese nada menos que un periódico entre Serrano y La Castellana. Pero, en fin, hasta esos años los de Londres estaban en Fleet Street.
Para que se dé usted una idea de la tecnología, mi época es la de télex, que veíamos realmente como una herramienta útil de trabajo. Ahora bien, cuando en esos años llegó el fax, yo deduje seriamente que el progreso técnico había terminado. En efecto, no se podía ir más allá: es que la hoja que poníamos en esa extraña fotocopiadora, la misma, aparecía replicada en un pispás en Nueva York. ¿Cómo concebir algo mejor?
Pues sí, claro, los faxes que juzgábamos como el non plus ultra de los adelantos son hoy casi piezas de museo, junto con el télex y esas máquinas en las que aporreaba mis primeros artículos para ABC a mediados de la década de 1980.
En mi otra profesión, la universitaria, también ha sido considerable la ayuda de la tecnología. Pensemos solo en lo que ha significado la digitalización a la hora de realizar cálculos, revisar estadísticas, comunicarnos o consultar bibliografía.
La historia de la tecnología es la historia del progreso, y sin embargo ha sido desde siempre vista también como una amenaza, en especial para trabajadores, por el desempleo, y para empresarios, por el surgimiento de nuevos competidores. Este fenómeno sin duda se produjo, y el periodismo puede dar testimonio de ello. Pero siempre abrió nuevas oportunidades, también para el periodismo, y ha sido en líneas generales más una bendición que una maldición. A pesar de lo que nos cuentan hoy sobre el peligro de los robots, creo que las puertas que ellos van a abrir también superarán a las que van a cerrar.
En el tiempo que ha pasado desde que empecé a escribir en ABC casi todo ha cambiado. La tecnología, desde luego; el modo en que trabajamos los periodistas, también. Pero el contenido no, o no tanto. Después de todo, mis colaboraciones en este periódico fueron en las secciones de economía, opinión, y cultura. Y sigo haciendo más o menos lo mismo, en otros medios y de otras maneras, pero más o menos lo mismo. No sigo escribiendo en estas páginas, pero sigo leyéndolas a diario.
Termino con una cariñosa felicitación a Vocento, y en particular a mis antiguos amigos y compañeros de ABC.